Otra batalla victoriosa, otro botín que repartir, otra noche de festejo bien merecido.
El campamento bullía entre risas y cánticos, la luz de las hogueras entintaba la noche del cálido color del fuego, la bebida corría cual agua y los juegos abundaban. El júbilo abrazaba a los soldados y amenazaba con no soltarlos hasta el amanecer.
Entre tiendas y mesas, hogueras y soldados, se encontraba la mesa de los oficiales, rebosante de cerveza, carne, monedas y naipes. Allí se encontraba Nayram, la joven capitana y la única presencia femenina en aquella mesa.
Ella se había ganado aquel puesto con esfuerzo y no permitía jamás que nadie pusiese en duda ni su valor ni su coraje. Nadie le había regalado nada jamás. Había derramado sudor y sangre en el mismo campo de batalla que sus homólogos masculinos, y lo llevaba haciendo incluso desde antes que muchos de ellos. Se trataba además de la mano derecha del General, su confidente y su amiga, quizás la mejor que tenía en todo el mundo.
Ella intentaba recuperar el aliento después de las risas que le estaba provocado el chistoso sargento Loui. Las carcajadas que ese hombre era capaz de inducir en aquella mesa siempre los sorprendía, incluso el capitán Drako había derramado su bebida por su causa y ahora se encontraba intentando disculparse entre risas frente a otro oficial.
“¡Hey! ¿Dónde está el General?” preguntó el sargento entre risas. Nadie supo contestarle, aunque había estado con ellos hace rato para darles su parte del botín.
“¿Garviel? Habrá ido al baño” Dijo uno de los oficiales “¡¡O a por una buena moza!!” Gritó el vikingo. Todos estallaron en risas y comenzaron a hablar de lo que harían con la recompensa que les había prometido el Lord del lugar. Junto al botín que habían saqueado sería una buena suma. Pero la capitana dejó de prestar atención, seguía dándole vueltas ¿Dónde estaría el general?
Al alzar la mirada y en la lejanía lo vio junto al buen doctor, bebiendo cerveza y escuchándolo atentamente. Aquel médico era muy hablador y el general Garviel siempre estaba dispuesto a escuchar alguna de sus historias o ideas. Todo parecía estar bien, hasta que él levantó la mirada al cielo.
Allí estaba la Luna llena, mirándolos entre las nubes henchida y plateada, y él sonrió melancólico. Un recuerdo asaltó entonces a Nayram, un recuerdo de lo que fue pero no debió ser.
...
Aquella noche, en la ruinesca Arboleda Maldita, Nayram siguió a escondidas a su general. Se sentía traicionar la confianza que él había depositado en ella, pero necesitaba conocer qué era lo que iba a suceder. La derrota en aquel lugar había dejado la moral del ejército por los suelos y sabía que él se culpaba de la muerte de tantos buenos hombres.
Y sus pasos la llevaron hasta un claro donde la batalla había sido más encarnizada. Cuerpos inertes empapados en sangre sembraban aquel oscuro lugar. Vio a su general avanzar entre los cadáveres, las jóvenes vidas que se habían sesgado allí eran casi incontables. Ella sintió el pesar del general sin necesidad de verle el rostro, la agonía de aquella derrota lo apesumbraba más de lo que sus labios eran capaces de expresar.
La capitana descartó en ese momento la posibilidad de salir al claro y acercarse a su mejor amigo y a punto estuvo de retirarse y dejarlo solo con sus penas hasta que vio que él comenzó a rebuscar entre los cuerpos. ¿Qué buscaría? En uno de los movimientos se colocó frente a ella y pudo ver como agrias lágrimas recorrían su rostro.
“Debí de haber sido yo, no vosotros” le escuchó susurrar.
Garviel se incorporó cargando con varios estandartes, pero la oscuridad apenas le dejaron ver a Nayram cuales eran, sólo tenía una seguridad, eran de los nuestros. Su buen amigo comenzó a arrastrarlos hasta uno de los linderos de aquel bosque maldito y una vez allí arrancó las telas de sus respectivos estandartes y los tiró al suelo.
Y entonces les prendió fuego.
La luz en aquel lugar atemorizó a la capitana. Sabía que presenciaba algo demasiado íntimo para el general, que él deseaba hacerlo solo, pero no podía evitar ser testigo de aquel gesto. Se odió a sí misma por no poder dejar de mirar, pero aún más por desconocer cuáles eran los estandartes. Vio como él levantó la vista a la luna llena y le lanzó una mirada fulgurante llena de odio.
Un susurro: “... todo mentira...” acertó ella a escuchar. Y entonces Garviel se arrancó el tabardo del pecho y lo lanzó al fuego. Y casi sin dar un momento a la duda, se giró y volvió a adentrarse en el bosque en dirección al campamento.
Y ella debería de haber ido detrás de él, debía decirle que no estaba solo en esta empresa, que sus pasos no serán dados en vano, que no era el único que se encontraba herido. Pero la curiosidad fue más fuerte entonces que la responsabilidad, y corrió hacia la llameante hoguera.
Y allí acertó a leer los símbolos de las telas: Valor; Justicia; Coraje; Defensa; Fe; Humanidad; Generosidad; Nobleza; Franqueza; Lealtad...
Los ideales de la Caballería, los ideales de la Orden de Garviel.
...
La capitana Nayram, de vuelta al presente, se vio rebuscando entre las cosas de su petate hasta que dio con un trozo de tela que había salvado aquella noche, el tabardo de su general.
En él se podía leer “Lealtad”.
Y ella, con el tabardo en la mano, hizo un intento de ir hacia Garviel, debía hablar con él, debía decirle que no todo estaba perdido. Pero una mano evitó que ella se levantase de la mesa. Al volverse vio que era Drako quien la tenía firmemente sujeta y no dejaba de mirar aquel trozo de tela que sostenía entre sus pequeñas manos.
“Ahora no” fue lo único que dijo, y así evitó que quizás ella hiciese una estupidez.
Al poco, Garviel volvió a la mesa acompañado del doctor, que traía una nueva y divertida anécdota médica. Las risas, la buena compañía y la fresca cerveza ayudaron a despejar los miedos de la capitana con respecto a su general y amigo. Pero lo que más la tranquilizó fue una de sus miradas que, de alguna forma, le transmitió que las cosas iban bien.
:-)
Suerte
viernes, 7 de diciembre de 2012
martes, 4 de diciembre de 2012
FUEGO
Mis ojos se encontraron con los tuyos en la noche, y tu me ofreciste tu sonrisa.
Bum, Bum, Bum.
Solo las estrellas y la Luna osaban mirarnos con ojos curiosos, expectantes de lo que sucedía.
Bum, Bum, Bum.
Comenzaste a caminar hacia mi, con pasos sigilosos y elegantes sobre la arena.
Bum, Bum, Bum.
Yo, inmóvil cual témpano, no me atreví ni a moverme.
Bum, Bum, Bum.
Recortaste la distancia entre nosotros a pesar del viento y del frío invernal.
Bum, Bum, Bum.
Y por un momento me volví a sentir en mi preciado norte de nuevo.
Bum, Bum, Bum.
Y entonces, cuando llegaste a rozar mi mano con la tuya, mi corazón estalló en llamas.
Bum, Bum, Bum.
Pero nada sucedió, y las estrellas y la Luna se retiraron desilusionadas
Bum, Bum, Bum
Bum, Bum, Bum.
Solo las estrellas y la Luna osaban mirarnos con ojos curiosos, expectantes de lo que sucedía.
Bum, Bum, Bum.
Comenzaste a caminar hacia mi, con pasos sigilosos y elegantes sobre la arena.
Bum, Bum, Bum.
Yo, inmóvil cual témpano, no me atreví ni a moverme.
Bum, Bum, Bum.
Recortaste la distancia entre nosotros a pesar del viento y del frío invernal.
Bum, Bum, Bum.
Y por un momento me volví a sentir en mi preciado norte de nuevo.
Bum, Bum, Bum.
Y entonces, cuando llegaste a rozar mi mano con la tuya, mi corazón estalló en llamas.
Bum, Bum, Bum.
Pero nada sucedió, y las estrellas y la Luna se retiraron desilusionadas
Bum, Bum, Bum
lunes, 3 de diciembre de 2012
Un pedacíto de mí
No te dedico esto a ti, se lo dedico a lo que sentí por ti en una ocasión.
Di el primer paso hace muchas lunas, y aun intento entender qué me llevó a ello. Unos dicen que fue la desconfianza, otros que quizás fue la normalidad. A pesar de lo mucho que nos prometimos, estaba visto que no duraría una eternidad. Mi piel ya no ardía cuando te veía llegar ni mi boca te buscaba al despertar. Vosotros podéis tener vuestra opinión. ¿Yo? Yo creo que fue mi corazón, me dejé caer al vacío porque ya nada nos unía. Solté la cuerda que nos ligó una vez y la gravedad hizo el resto.
Fue duro, nunca lo negaré. Inseguridad. Desconfianza. MIEDO...sobre todo MIEDO... Pero me mantuve estoico, incluso cuando me pediste que volviese a sujetar aquella cuerda, a pesar de que era lo que deseaba. Escuché todo lo que tenias que decir, ansioso por abrazarte y volver a ser lo que fuimos una vez. ¿Nunca te preguntaste por qué? Es simple en el fondo, nunca estuvimos solos en esa liana.
Y seguí cayendo.
¿Y sabéis qué?
Creo que es lo mejor que me sucedió nunca. Aprendí a caminar de nuevo. Aprendí a sonreír de nuevo. Aprendí a perderle el miedo a un mar de miradas. Aprendí más de mí mismo durante un mes que durante los años que pasamos juntos.
Bueno, hoy he decidido hacer algo con todo lo que escribo, después de todo es una pena verlos coger "polvo virtual" en mi ordenador :-) Espero que os guste.
¿Dé que escribo? Pues son solo "Pensamientos Baratos", algún día os lo explicaré
Supongo que también debería decir que de mí, pero como soy un tío soso y aburrido mejor escribiré sobre el General.
Suerte.
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