lunes, 29 de julio de 2013

Conociendo a la Manada

El sonido de alarma del metro sacó a Yaroslaf de su ensoñación, que levantó la vista para mirar el letrero de destino. Aún le quedaba una parada más. El vagón no estaba ni muy lleno ni muy vacío, como casi todos los domingos, pero él los observó una última vez para estar seguro de que era seguro volver a casa, los miró con rostro hastío y sin mostrar interés pero de nada se percató. Posiblemente era el único sobrenatural de la línea.



- Parada de “La Catedral de San Sebastián” - Dijo la voz femenina y distorsionada del metro al tiempo que él recogía su mochila del suelo y se levantaba.


Yaroslaf salió con calma del subterráneo y durante el camino a casa solo fue capaz de pensar en su cama. Estaba agotado de la guardia nocturna que le había tocado en el túmulo, si al menos hubiese sido una guardia tranquila no estaría en tal estado, pero el tráfico de espíritus esta noche había sido mayor de lo normal. La Umbra llevaba una semana bastante ajetreada, y eso sólo podía significar cambios, algo que tenía muy preocupados a los ancianos del clan y a los Theurges como él.


La luz del Sol quemó los oscuros ojos de nuestro protagonista cuando salió de la boca del metro, por lo que se los protegió con las gafas de sol al tiempo que puso camino a casa, hacia la Avenida de Becquer. Menos mal que los equipos de limpieza ya habían hecho su trabajo, porque los domingos por la mañana casi todo el barrio gótico apestaba a orín, alcohol y vómitos, el precio de ser la zona de marcha de moda. Se detuvo durante un momento a ojear la zona mientras se encendía un cigarrillo, prácticamente todos los locales estaban cerrados excepto un pequeño almacén que abría los domingos por la mañana. Cerca de la Iglesia de Nuestra Señora María había el típico grupito de turistas que siempre rondaba el barrio en verano... nada fuera de lo normal. Finalmente entró en el callejón “Fuerte” y atravesó su portal, aún con la cerradura rota, preguntándose si alguna vez la junta de vecinos decidiría arreglarla.


Mientras subía las escaleras empezó a escuchar música a todo volumen, reconoció al momento que se trataba de “Hearts On Fire”, del último disco de HammerFall, que habían sacado hacía escasamente una semana. “No me extraña que los vecinos se quejen” pensó mientras subía los escalones hasta llegar al 2ºB, donde sacó su manojo de llaves y abrió la puerta.



- Abel, baja esa música - Dijo nada más entrar, no le hacía falta siquiera preguntar para saber que lo había puesto él.


- ¡Sí jefe! - Le respondió al tiempo que se levantaba del sofá y parodiaba el saludo militar - ¿Qué tal la noche? -le preguntó después de bajar el volumen.


- Nefasta, me voy a la cama - Dijo con cierto acento rumano.


- Lo dudo - Dijo la muchacha que estaba apoltronada en el sofá y sostenía el mando de la Playstation 2 - Zero se ha traído a una muchacha y se ha metido en tu cuarto con ella.


Yaroslaf se detuvo en seco y se volvió hacia ellos con gesto confuso. La pequeña habitación que hacía las veces de salón, comedor y cocina tenía la ventana abierta para que corriese algo de fresco.


- ¿Zero? ¿Una muchacha? ¿En serio? - Aquello no era para nada habitual, era Abel, ese Ragabash Fianna el que solía traer chicas al piso, pero al menos se las llevaba a su habitación a hacer ruido.


- Sí, lo mismo pensé yo - Dijo la rubia, que se había puesto unos shorts y una camiseta de tirantas blanca para andar por casa - Salió hace cinco minutos para pedirme ropa para ella - No parecía contenta.


- ¿A eso había salido? - Preguntó Abel conteniendo la risa - Espero que no la haya dejado demasiado molida... ni a ella ni a tu cama - Entonces dejó de contenerse y empezó a retorcerse de risa en el suelo.


- En mi cuarto... - Dijo despacio Yaroslaf - … No habrán...


- Sí Yaros, estuvieron un buen rato haciendo ruido - Lo interrumpió la chica.


Él no pudo sino poner una mueca de desagrado al tiempo que fulminaba con la mirada al Fianna, que todavía estaba riéndose sobre la alfombra. Aquello no le hacía ninguna gracia, cierto era que el piso solo tenía tres dormitorios y que el suyo era el más amplio, pero aquello tenía explicaciones obvias. También era cierto que Zero solía dormir en el salón y que cuando alquilaron el piso él le había dicho que si no estaba en casa podía usar su habitación. Pero de ahí a meter a una chica en su cama había un trecho.



En ese instante se escuchó la puerta del fondo del pasillo y vio como su hermano de manada salía de allí con una muchacha tras de sí, aunque no fue hasta que salieron del pasillo cuando pudo echarle un buen vistazo a ella: Era menuda, 1’60 de altura posiblemente, como Kiara pero algo más delgada y sin su musculatura. La ropa que le habían dejado, unos vaqueros claros raídos y una camiseta roja de tirantes de Metallica le hacían una bonita forma. También era guapa, eso tenía que admitirlo, de tez clara, pelirroja y de ojos azules. Parecía un poco avergonzada por la situación y tenía cara de no haber dormido mucho.


- Se llama Sarah. Es pariente - Dijo Zero sin más.


Yarolaf no pudo evitar sonreír ante la situación y se preguntó si el Lupus sería capaz de terminar las presentaciones, aunque fue en vano pues Kiara tomó la iniciativa, salvando a ambos de la vergüenza.


- Encantada Sarah - Dijo ella levantándose y acercándose para darle dos besos - Yo me llamo Kiara, y estos dos son Yaroslaf y Abel - Al darse por aludido Yaroslaf también se acercó a saludarla, aunque Abel se quedó sentado sonriente sobre la alfombra y la saludó con un gesto.


- Encantado ¿Te puedo ofrecer un café? - Le preguntó - Yo me voy a hacer uno.


- Sí, por favor - Dijo ella con una vocecilla.



Yaroslaf preguntó si alguien más quería uno y Kiara le pidió otro. Una vez en el lado de la cocina, mientras la nueva invitada tomaba asiento, le hizo una señal a su compañera para que se acercase.


- ¿De qué va esto? - Le preguntó en voz baja a la rubia mientras ponía en marcha la cafetera


- ¿A mí me preguntas? ¿Y yo qué sé? Me despertaron como a las siete de la mañana para que les abriera - Se la notaba aún molesta por aquello - Y encima me vino con evasivas, el muy fucking bastard...


Aquella costumbre que tenía la muchacha de la Camada de Fenris era algo que lo divertía mucho. Era americana, de padres americanos, aunque se mudó a España cuando ella tenía unos 12 años. Prácticamente había perdido el acento yanki, pero para insultar siempre tiraba de su lengua materna.


- El tío podría al menos tener la decencia de darle puerta - Se quejó su compañera - ¿O es que acaso se ha enamorado y nos va a presentar a su futura esposa?


Ambos observaban como Abel había entablado conversación con la tal Sarah y poco a poco iba dejando de encontrarse tan incómoda. Zero de vez en cuando hacía algún comentario, aunque como siempre, hablaba poco. “Heaven or Hell” de “Gamma Ray” comenzaba a sonar en el equipo de másica.


- No creo que se la haya ligado utilizando poesía precisamente, ni creo que sea todo lo que parece - Le contestó él. La cafetera empezó a pitar y comenzó a servir el café en las tazas - Zero está preocupado.


Ella hizo un mohín y cogió una cerveza y un botellín de agua de la nevera y juntos volvieron con el resto del grupo. Tres cafés para Kiara, Sarah y Yaroslaf que estaban sentados al sofá, una cerveza para el Fianna que se encontraba sobre la alfombra y agua para Zero que estaba sentado sobre el reposa brazos del sillón.


- Bueno, cuéntanos ¿Para cuándo la boda? - Dijo Abel rompiendo el hielo. Los tres se rieron con el comentario, menos los dos implicados, ella se ruborizó y él posiblemente no lo había entendido.


- La buscaban unos vampiros - Dijo Zero cuando las risas murieron.


- No es raro que un chupasangre busque alimento - Dijo Abel - Sobre todo en chicas guapas - Le guiñó un ojo.



- Buscaban algo llamado “Magestrus” - Sentenció el lupino.


- Espera Zero ¿Cuántos eran? - Terminó preguntando Yaroslaf - Cuéntanos qué pasó.


- Dos vampiros y diez ghouls - Empezó a contar - Estaba paseándome en territorio vampírico cuando me encontré con una pareja que seguía a un grupo de chicas. Iban escoltados de lejos por un grupo de cinco ghouls. No me vieron en ningún momento - Dijo sin poco orgullo - Al llegar a un bar ví que estaban interesados en ella en particular.


- ¿Tú lo sabías? - Preguntó Sarah casi ofendida - ¿Y no me dijiste nada?


- Se te acerca un completo desconocido en un bar - Empezó a decir Kiara - y te dice que unos vampiros te buscan ¿Qué habrías hecho? - Preguntó mientras levantaba la ceja.


Sarah los miró, parecía algo confusa, como si todo esto fuese nuevo para ella.


- Bueno, no te preocupes - Dijo Yaroslaf para sacarla de la situación - Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites.


- ¿En serio? - Dijeron al unísono Kiara y Abel.


Yaroslaf se llevó el café a los labios y lo paladeó, un café fuerte, negro y caliente que le estaba aclarando la mente a cada sorbo.


- Sí, ¿Alguien tiene algún problema? - Preguntó al bajar la taza.


- Yo, para empezar - Dijo Kiara al tiempo que se ponía en pie.


- ¿Por qué? - Le preguntó Zero imitándola.


- ¿Por dónde quieres que empiece? ¡No la conocemos de nada! - Le gritó - ¿¡Te crees que vamos a recoger a todas las pobrecitas que ataquen los vampiros!? ¡¡Qué se defiendan ellas solitas!!


“No por favor, que no sea otro de esos días” pensó Yaroslaf al verlos ponerse ambos a cada lado de la mesita de café. Este era el problema de tener a dos Ahrouns compartiendo piso, era como tener en casa una bomba de relojería con el reloj estropeado, nunca sabías cuando iba a estallar, lo único seguro era que estallaría. Abel empezaba a apartarse despacio mientras protegía su botellín de cerveza en su regazo. En el sofá la pobre recién llegada se arrimó casi sin querer a Yaroslaf con el miedo reflejado en su cara. Ambos contendientes estaban en pié, tensos y listos para saltar el uno sobre el otro.


- Se queda - Sentenció Zero.


- Y una polla - Escupió ella.





Un brillo azulado en los ojos de Zero hizo que el alfa de la manada se diese cuenta de que estaba a punto de caer en frenesí solo por aquel comentario, caería sobre ella y comenzarían a pelearse, posiblemente cambiarían de forma y destrozarían el piso. Yaroslaf levantó un pie, enfundado en su pesada newrock con refuerzos metálicos y simplemente lo dejó caer sobre la superficie acristalada de la mesita de café, rompiéndola en mil pedazos y haciendo un gran estruendo. Con eso bastó para llamar la atención de todos los presentes. Se puso en pie con la taza humeante aún en sus manos. Desde el altavoz empezó a sonar “End of the Beginning” de “30 Seconds to Mars”


- La chica se queda - Echó un pequeño trago a su café mientras miraba el efecto que tuvo la afirmación en Kiara, que apretaba los dientes mientras se tragaba sus palabras - Soy el alfa de esta manada, y además soy el que paga las facturas de la casa. El piso está a mi nombre y con él se hace lo que yo diga - Kiara se cruzó de brazos mientras le escuchaba con atención y entonces fue cuando él se giró hacia Zero - Pero antes tendrá que responder a algunas de mis preguntas, a solas. Y ten en cuenta que esto no será perenne, en unos días se tendrá que ir. No podemos arriesgarnos a dar cobijo a alguien buscado por las sanguijuelas - Hizo una pausa aguantando la mirada a Zero - A otro, mejor dicho.


Kiara asintió satisfecha pero a Zero le costó un poco más ceder. Todos podían oír perfectamente el rechinar de sus dientes mientras aguantaba el tirón del frenesí, y si su oído no hubiese sido suficiente, las chispas azuladas de sus ojos lo delataban. El Feroz nacido bajo la luna llena y hermano de tribu de Yaroslaf era siempre más difícil de poner en su sitio. Físicamente era superior a todos ellos (cosa que ponía rabiosa a Kiara en más de una ocasión) y era fácil tocarle las narices, pero por fortuna para todos sabía poner las normas por delante de todo. Solo había que saber qué palabras utilizar.


- Zero ¿Delante de ella? - Sugirió el alfa, señalando obviamente a la pariente.


El Lupus giró la vista para mirarla, la pobre muchacha tenía las manos agarrotadas sujetando el café con mucha fuerza y su cara reflejaba auténtico terror. Fue en ese momento cuando Yaroslaf se dio cuenta de que, aunque ella fuese inmune al delirio, era absolutamente consciente de lo que era capaz de hacer un hombre lobo enfurecido. Zero abrió la boca para decir algo pero debió cambiar de idea, bajó la mirada y asintió. El alfa sonrió complacido, había conseguido abortar aquella crisis y los luna llenas habían actuado como él esperaba, excepto por una cosa, pues vió como su compañero les dió la espalda y se dirigió hacia la puerta por la que había él entrado hacía unos minutos. El silencio recorrió la habitación como si de un museo se tratase, con los ojos de Kiara, Yaroslaf, Abel y la recién llegada, Sarah, fijos en la puerta.


- ¿En serio se ha pirado? - Abel fué el primero en romper el silencio - Pues menos mal que no hay luna llena esta noche.


- Kiara, Abel - Ordenó Yaroslaf - Id detrás de él y aseguraos de que no se mete en líos - Ambos obedecieron al momento.


- Vale, pero déjamelo a mí - Dijo su hermana de manada al llegar a la puerta - Mejor que sea yo quien lo trate.


- ¡¡Ahh!! Y a la vuelta comprad pan, sal y leche, que se ha acabado - Añadió antes de que sus compañeros se fueran.


- ¡¡A sus ordenes, todopoderoso alfa!! - Exclamó Abel.


Se fueron y se quedó a solas con la pariente. Se la notaba nerviosa pero había en sus ojos algo que no se encontraba todos los días: Voluntad y Decisión. Yaroslaf era bueno juzgando tanto a espíritus como a personas y muy pocas veces se había equivocado. Sarah no era una mala muchacha ni una espía, eso seguro. Él se sentó delante de ella y le dio tiempo para que se terminase el café mientras dedicaba el tiempo a mirarla.


- ¿Esto... es normal? - Quiso saber ella.


- ¿El qué? - Preguntó él levantando la ceja.


- Tanta hostilidad entre ellos dos - Aclaró ella haciendo un ademán.


- ¿Entre Zero y Kiara? - Se rió - No, no realmente. Son como uña y carne pero también son muy competitivos entre ellos. Además, ella fue la Alfa hasta hace cosa de un año, así que aún se está acostumbrando a su nueva posición. Es una larga historia.


- Entonces... ¿No se odian? - Ella terminó su café y lo dejó sobre los restos de la mesilla.




- No, de hecho puedo decirte sin lugar a dudas que ella es la que mejor conoce a Zero de todos nosotros, después de todo se han pasado un año fuera los dos solos en... - Yaroslaf se dio cuenta en ese momento de que ya había hablado demasiado ¿Qué tenía esta chica que le caía tan maja? - Bueno. Se supone que aquí las preguntas las hago yo ¿no? - Le dijo con tono más serio.


Ella levantó la mirada, sus ojos azules contemplaron los oscuros ojos de Yaroslaf. No podían ser más dispares, ella con una melena caoba y él con el pelo negro y corto a lo militar, él delgado pero con los músculos marcados y ella pequeña y menuda, ella de rostro redondeado y el de él afilado. Pero ambos se miraban y se medían, se buscaban y vigilaban, eran dos pares de ojos que habían visto mucho y ansiaban ver más, eran ojos lectores.


- Explícame lo que has visto esta noche y qué crees que ha pasado - Terminó por preguntar el lupino, y ella empezó a relatar.

sábado, 20 de julio de 2013

Short Steps... Deep Breath...


Everything’s alright





Lo sé, soy un desastre.

Sé que estáis ahí.

Sé que no os digo nada.

Sé que os acercáis para ofrecerme vuestra ayuda.

Sé que últimamente he mordido más de la cuenta... y más fuerte de la cuenta...

Sé que últimamente no he sido yo...

Y supongo que eso es lo peor, que lo sé.

Sé que voy a la deriva, porque tengo miedo de poner un rumbo.

Sé que muerdo, porque tengo miedo de que me muerdan.

Sé que no os cuento nada, porque tengo miedo de que no lo aprobéis.

Sé que me alejo de vosotros, porque tengo miedo de las cosas que me recordáis.

- “Una vez me dijiste que no debía hacer caso a mis miedos” -

Y eso intento, te lo juro.

Llevo más de un año fingiendo lo que no soy... y noto que me pasa factura.

Pero también me es difícil volver a ser yo. Me encuentro en algún punto entre YO y esa isla en la que he querido convertirme.

- “Sigues siendo tú” -

¿Tú crees? No lo sé...

A veces me pregunto cuánto de mí murió en ese primer mes.

A veces me pregunto si salvé lo suficiente.

A veces me pregunto dónde está esa parte de mí que no está conmigo.

Y, los peores días, me pregunto si esa parte se fue con ella...

- “Ella no se llevó nada, deja de decir tonterías” -

Pfff...

Doy pasos cortos, por miedo.

Respiro fuerte, por miedo.

No bajo la guardia, por miedo.

- “¿De qué tienes miedo realmente?” -

Supongo que de no ser capaz de dar el siguiente paso.

Pero lo voy a intentar.

Pero lo estoy haciendo.

Volver a ser quien era.

El chico que hablaba de todo lo que le pasaba.

El chico que confiaba en la gente.

El chico que contaba todo lo que pensaba.

El chico que hacía todo lo que sentía.

Solo te pido un poco paciencia.

Y quizás que me abraces y me susurres al oído un “Todo saldrá bien”.

martes, 9 de julio de 2013

Sarah se topa con su destino (3ª parte)

- ¿Dónde vamos? - Le pregunté al chico que decía llamarse Zero - Deberíamos ir a la policía.

Él se quedó mirándome un momento, como si analizase lo que le acababa de de decirle.

- Ellos no pueden ayudarte - Sentenció, y continuó tirando de ella.

Desde luego el chico no era la persona más conversadora del mundo, siempre me respondía con frases cortas y monosílabos. Atravesamos calles y callejones en la noche, pero mis piernas casi no respondían después de la carrera que me había hecho dar, pero él había insistido en que no debíamos detenernos. “Aún nos siguen” había dicho. Estaba tan cansada que tropecé al subirme al bordillo de la acera.

- Espera por favor - Le supliqué - Estoy agotada.

Con una mueca de disgusto asintió y sin decir palabra me permitió sentarme en el portal de uno de los edificios. Mis piernas descalzas se sintieron aliviadas y mis pulmones tuvieron un respiro. Mientras mi sudor se enfriaba en mi cuerpo desnudo bajo el abrigo miré a mi salvador, aún estaba ojo avizor, sin dejar de vigilar a cada uno de los transeúntes, chicos y chicas que volvían de fiesta, debían rondar las siete de la mañana. Él aún tenía las manos manchadas de sangre, que junto al hecho de que estábamos en las sombras le daba un aspecto bastante atemorizante.

Hice acopio de valor y le hice la pregunta que llevaba ya rato dando vueltas en mi cabeza:

- ¿Eres un hombre-lobo? - Entonces giró rápido la cabeza para mirarme con el ceño fruncido - Eso lo he deducido yo sola.

Me miró durante un momento. Hombres-Lobo, criaturas monstruosas, bestias sedientas de sangre y cazadores rabiosos. Mi hermana Medianoche me había hablado de ellos, eran cambiaformas carentes de control que habían exterminado a los bastet y a todos los demás cambiantes hace muchos siglos. Asesinos y genocidas.

Empezó a caminar hacia mí, despacio y sin dejar de mirarme a los ojos.

- Y tú eres una pariente - Se puso en cuclillas muy cerca, sin dejar de mirarme con aquellos grandes ojos verdes y cuando su rostro estuvo a apenas un centímetro del mío pareció olerme - Pero no de los míos.

Parecía enfadado ¿Lo habría ofendido? Medianoche me dijo una vez que eran muy violentos ¿me pegaría? Consideré muy seriamente poner pies en polvorosa pero sabía que sería inútil, me alcanzaría y devoraría.



Si lo notó en mi cara nunca lo sabré, pero su rostro se relajó y me sonrió.

- Vamos - Dijo mientras me ayudaba a levantarme - estamos cerca.

Llegamos a la Avenida de Bécquer, la calle principal del barrio gótico y nos metimos en uno de los varios callejones que desembocaban en él, aunque no alcancé a ver el nombre en la placa. El cielo comenzaba a clarear y los muchachos que estaban de fiesta a escasear. A la altura de un portal cuya cerradura parecía estar rota nos detuvimos y me hizo un gesto para entrar, creo que fue el primer gesto amable que me dedicó en toda la noche. Subimos dos pisos con mucha calma por las escaleras hasta llegar a la puerta del 2ºB y la golpeó con fuerza.

No fue hasta que volvió a llamar una segunda vez que alguien nos abrió. Una muchacha de mi altura apareció al otro lado de la entrada, tenía una medio melena rubia totalmente despeinada, ojos azules y vestía únicamente con una camiseta negra de Iron Maiden y unas bragas azules. No parecía contenta de vernos.

- ¡¿QUÉ?! - Nos gritó.

Zero entró directamente cogiéndome de la mano, apartando a la rubia y haciéndome pasar. Los ojos de la muchacha echaban chispas.

- ¡¿Qué putas horas son estas de traer a.... Quién es esta?! - Dijo enfurecida.

Zero pareció ignorarla y siguió caminando poniendo un brazo derecho sobre mis hombros en gesto protector y pasamos a través de un pasillo. Estaba todo muy oscuro y la única luz que había era la que entraba por la puerta y la claridad que empezaba a entrar por una ventana a mi derecha.

- Yaros está de guardia esta noche ¿no? - Pareció preguntar dirigiéndose a la rubia pero sin dejar de caminar.

- ¡Si, pero deja de ignorarme! ¡¿Quién es esta?! ¿Y esa sangre? - Le preguntó una vez más agarrándolo del antebrazo. Su presa debió ser fuerte porque él se detuvo en seco.

- Mañana - Dijo él volviéndose con voz furiosa. Se quedaron mirándose fijamente a los ojos con el ceño fruncido. Apenas vi nada en la negrura, pero entre ellos había una especie de entendimiento que no comprendí. Ella terminó bufando de forma grosera y Zero y yo entramos en una habitación - Estás a salvo - Me dijo.

La luz del amanecer empezaba a entrar por la ventana pero yo me había quedado paralizada en el sitio. Observé la pequeña habitación con aquella gran cama de matrimonio de sábanas azules, una mesita de noche y un armario empotrado como única decoración, todo muy sobrio. Él se paró ante mí muy cerca y se arrodilló, sus manos comenzaron a tantear mi pierna izquierda, con un cuidado especial a mi muslo y su vendaje. Sus manos eran cálidas y diestras, y tenía esa forma delicada de tratarme que no podía explicar cómo me seducía, como si de una muñeca me tratase. Desanudó el vendaje despacio y para mi sorpresa no vi herida alguna, recordaba el latigazo de dolor que había causado una bala atravesarme el muslo pero no había nada, ni corte ni agujero ni sangre. Él levantó la vista con una medio sonrisa y tirando el trapo a un lado se puso en pie.

- Pero... ¿Cómo? - Le dije al tiempo que me daba la espalda - ¿Quiénes eran esos hombres? - Empezó a correr una pesada cortina para cubrir la luz que entraba por la ventana - ¿Y qué querían de mí? - Seguí preguntando al ver que no me contestaba, apenas podía ver su silueta en la oscuridad - Dime dónde estamos al menos ¿Qué lugar es este? ¿Quién es...?



- Mañana - Dijo él interrumpiéndome cuando estaba frente a mí y me besó. Fue un beso tierno pero ardiente, húmedo y jugoso, de esos besos contenidos e impacientes que van abriendo tu boca poco a poco hasta que terminan devorándote por completo. Mi cabeza dejó de hacer preguntas y mi cuerpo reaccionó a sus besos. Sus grandes brazos estrecharon mi cuerpo contra el suyo y sentí el calor de su ser contra el mío mientras que dejaba mis manos contra su pecho sintiendo el fuerte sonido de su corazón bombear. Mordió mis labios y mi lengua con delicadeza haciendo que todos los vellos se me pusieran de punta mientras mis dedos, casi por voluntad propia, empezaron a buscar el contacto con su piel bajo aquella camiseta roja. Su abdomen era cálido y pude notar el relieve de su recia musculatura a la par que sus manos empezaron a bajar hacia mi cintura. Sentí como mi lengua pedía más y casi sin querer le mordí los labios, y entonces abrí los ojos. Sus ojos verdes como el mar huracanado estaban casi pegados a los míos sin dejar de mirarme, aún ahora no dejaba de vigilar.

Sus hábiles dedos desanudaron el abrigo y sentí la yema de sus dedos acariciar cuidadosamente mi cuerpo desnudo. Por el contrario mis torpes manos intentaron liberarlo de aquella camiseta, y me sentí patosa al casi no ser capaz de sacársela por la cabeza. Cuando lo conseguí al fin él me sonrió ligeramente, sin dejar de estrechar mi cuerpo contra el suyo. Observé su torso, atlético y firme, musculado pero sin llegar a ser un tanque, me pareció de lo más natural. Vi en sus ojos que no tenía la más mínima prisa, pero mi cuerpo hervía por sentirlo dentro de mí... Y así fue. Allí, en aquella habitación desconocida de un piso desconocido de una calle anónima, un desconocido me tomó.

Al poco caí dormida.