El sonido
de alarma del metro sacó a Yaroslaf de su ensoñación, que levantó la vista para
mirar el letrero de destino. Aún le quedaba una parada más. El vagón no estaba
ni muy lleno ni muy vacío, como casi todos los domingos, pero él los observó
una última vez para estar seguro de que era seguro volver a casa, los miró con
rostro hastío y sin mostrar interés pero de nada se percató. Posiblemente era
el único sobrenatural de la línea.
- Parada
de “La Catedral de San Sebastián” - Dijo la voz femenina y distorsionada del
metro al tiempo que él recogía su mochila del suelo y se levantaba.
Yaroslaf
salió con calma del subterráneo y durante el camino a casa solo fue capaz de
pensar en su cama. Estaba agotado de la guardia nocturna que le había tocado en
el túmulo, si al menos hubiese sido una guardia tranquila no estaría en tal
estado, pero el tráfico de espíritus esta noche había sido mayor de lo normal.
La Umbra llevaba una semana bastante ajetreada, y eso sólo podía significar
cambios, algo que tenía muy preocupados a los ancianos del clan y a los Theurges
como él.
La luz
del Sol quemó los oscuros ojos de nuestro protagonista cuando salió de la boca
del metro, por lo que se los protegió con las gafas de sol al tiempo que puso
camino a casa, hacia la Avenida de Becquer. Menos mal que los equipos de
limpieza ya habían hecho su trabajo, porque los domingos por la mañana casi
todo el barrio gótico apestaba a orín, alcohol y vómitos, el precio de ser la
zona de marcha de moda. Se detuvo durante un momento a ojear la zona mientras
se encendía un cigarrillo, prácticamente todos los locales estaban cerrados
excepto un pequeño almacén que abría los domingos por la mañana. Cerca de la
Iglesia de Nuestra Señora María había el típico grupito de turistas que siempre
rondaba el barrio en verano... nada fuera de lo normal. Finalmente entró en el
callejón “Fuerte” y atravesó su portal, aún con la cerradura rota,
preguntándose si alguna vez la junta de vecinos decidiría arreglarla.
Mientras
subía las escaleras empezó a escuchar música a todo volumen, reconoció al
momento que se trataba de “Hearts On Fire”, del último disco de HammerFall, que
habían sacado hacía escasamente una semana. “No me extraña que los vecinos se
quejen” pensó mientras subía los escalones hasta llegar al 2ºB, donde sacó su
manojo de llaves y abrió la puerta.
- Abel,
baja esa música - Dijo nada más entrar, no le hacía falta siquiera preguntar
para saber que lo había puesto él.
- ¡Sí
jefe! - Le respondió al tiempo que se levantaba del sofá y parodiaba el saludo
militar - ¿Qué tal la noche? -le preguntó después de bajar el volumen.
-
Nefasta, me voy a la cama - Dijo con cierto acento rumano.
- Lo dudo
- Dijo la muchacha que estaba apoltronada en el sofá y sostenía el mando de la
Playstation 2 - Zero se ha traído a una muchacha y se ha metido en tu cuarto
con ella.
Yaroslaf
se detuvo en seco y se volvió hacia ellos con gesto confuso. La pequeña
habitación que hacía las veces de salón, comedor y cocina tenía la ventana
abierta para que corriese algo de fresco.
- ¿Zero?
¿Una muchacha? ¿En serio? - Aquello no era para nada habitual, era Abel, ese
Ragabash Fianna el que solía traer chicas al piso, pero al menos se las llevaba
a su habitación a hacer ruido.
- Sí, lo
mismo pensé yo - Dijo la rubia, que se había puesto unos shorts y una camiseta
de tirantas blanca para andar por casa - Salió hace cinco minutos para pedirme
ropa para ella - No parecía contenta.
- ¿A eso
había salido? - Preguntó Abel conteniendo la risa - Espero que no la haya
dejado demasiado molida... ni a ella ni a tu cama - Entonces dejó de contenerse
y empezó a retorcerse de risa en el suelo.
- En mi
cuarto... - Dijo despacio Yaroslaf - … No habrán...
- Sí
Yaros, estuvieron un buen rato haciendo ruido - Lo interrumpió la chica.
Él no
pudo sino poner una mueca de desagrado al tiempo que fulminaba con la mirada al
Fianna, que todavía estaba riéndose sobre la alfombra. Aquello no le hacía
ninguna gracia, cierto era que el piso solo tenía tres dormitorios y que el
suyo era el más amplio, pero aquello tenía explicaciones obvias. También era
cierto que Zero solía dormir en el salón y que cuando alquilaron el piso él le
había dicho que si no estaba en casa podía usar su habitación. Pero de ahí a
meter a una chica en su cama había un trecho.
En ese
instante se escuchó la puerta del fondo del pasillo y vio como su hermano de
manada salía de allí con una muchacha tras de sí, aunque no fue hasta que
salieron del pasillo cuando pudo echarle un buen vistazo a ella: Era menuda,
1’60 de altura posiblemente, como Kiara pero algo más delgada y sin su
musculatura. La ropa que le habían dejado, unos vaqueros claros raídos y una
camiseta roja de tirantes de Metallica le hacían una bonita forma. También era
guapa, eso tenía que admitirlo, de tez clara, pelirroja y de ojos azules.
Parecía un poco avergonzada por la situación y tenía cara de no haber dormido
mucho.
- Se
llama Sarah. Es pariente - Dijo Zero sin más.
Yarolaf
no pudo evitar sonreír ante la situación y se preguntó si el Lupus sería capaz
de terminar las presentaciones, aunque fue en vano pues Kiara tomó la
iniciativa, salvando a ambos de la vergüenza.
-
Encantada Sarah - Dijo ella levantándose y acercándose para darle dos besos -
Yo me llamo Kiara, y estos dos son Yaroslaf y Abel - Al darse por aludido
Yaroslaf también se acercó a saludarla, aunque Abel se quedó sentado sonriente
sobre la alfombra y la saludó con un gesto.
-
Encantado ¿Te puedo ofrecer un café? - Le preguntó - Yo me voy a hacer uno.
- Sí, por
favor - Dijo ella con una vocecilla.
Yaroslaf
preguntó si alguien más quería uno y Kiara le pidió otro. Una vez en el lado de
la cocina, mientras la nueva invitada tomaba asiento, le hizo una señal a su
compañera para que se acercase.
- ¿De qué
va esto? - Le preguntó en voz baja a la rubia mientras ponía en marcha la
cafetera
- ¿A mí
me preguntas? ¿Y yo qué sé? Me despertaron como a las siete de la mañana para
que les abriera - Se la notaba aún molesta por aquello - Y encima me vino con
evasivas, el muy fucking bastard...
Aquella
costumbre que tenía la muchacha de la Camada de Fenris era algo que lo divertía
mucho. Era americana, de padres americanos, aunque se mudó a España cuando ella
tenía unos 12 años. Prácticamente había perdido el acento yanki, pero para
insultar siempre tiraba de su lengua materna.
- El tío
podría al menos tener la decencia de darle puerta - Se quejó su compañera - ¿O
es que acaso se ha enamorado y nos va a presentar a su futura esposa?
Ambos
observaban como Abel había entablado conversación con la tal Sarah y poco a
poco iba dejando de encontrarse tan incómoda. Zero de vez en cuando hacía algún
comentario, aunque como siempre, hablaba poco. “Heaven or Hell” de “Gamma Ray”
comenzaba a sonar en el equipo de másica.
- No creo
que se la haya ligado utilizando poesía precisamente, ni creo que sea todo lo
que parece - Le contestó él. La cafetera empezó a pitar y comenzó a servir el
café en las tazas - Zero está preocupado.
Ella hizo
un mohín y cogió una cerveza y un botellín de agua de la nevera y juntos
volvieron con el resto del grupo. Tres cafés para Kiara, Sarah y Yaroslaf que
estaban sentados al sofá, una cerveza para el Fianna que se encontraba sobre la
alfombra y agua para Zero que estaba sentado sobre el reposa brazos del sillón.
- Bueno, cuéntanos
¿Para cuándo la boda? - Dijo Abel rompiendo el hielo. Los tres se rieron con el
comentario, menos los dos implicados, ella se ruborizó y él posiblemente no lo
había entendido.
- La
buscaban unos vampiros - Dijo Zero cuando las risas murieron.
- No es
raro que un chupasangre busque alimento - Dijo Abel - Sobre todo en chicas
guapas - Le guiñó un ojo.
-
Buscaban algo llamado “Magestrus” - Sentenció el lupino.
- Espera
Zero ¿Cuántos eran? - Terminó preguntando Yaroslaf - Cuéntanos qué pasó.
- Dos
vampiros y diez ghouls - Empezó a contar - Estaba paseándome en territorio
vampírico cuando me encontré con una pareja que seguía a un grupo de chicas.
Iban escoltados de lejos por un grupo de cinco ghouls. No me vieron en ningún
momento - Dijo sin poco orgullo - Al llegar a un bar ví que estaban interesados
en ella en particular.
- ¿Tú lo
sabías? - Preguntó Sarah casi ofendida - ¿Y no me dijiste nada?
- Se te
acerca un completo desconocido en un bar - Empezó a decir Kiara - y te dice que
unos vampiros te buscan ¿Qué habrías hecho? - Preguntó mientras levantaba la
ceja.
Sarah los
miró, parecía algo confusa, como si todo esto fuese nuevo para ella.
- Bueno,
no te preocupes - Dijo Yaroslaf para sacarla de la situación - Puedes quedarte
aquí el tiempo que necesites.
- ¿En
serio? - Dijeron al unísono Kiara y Abel.
Yaroslaf
se llevó el café a los labios y lo paladeó, un café fuerte, negro y caliente
que le estaba aclarando la mente a cada sorbo.
- Sí,
¿Alguien tiene algún problema? - Preguntó al bajar la taza.
- Yo,
para empezar - Dijo Kiara al tiempo que se ponía en pie.
- ¿Por
qué? - Le preguntó Zero imitándola.
- ¿Por
dónde quieres que empiece? ¡No la conocemos de nada! - Le gritó - ¿¡Te crees
que vamos a recoger a todas las pobrecitas que ataquen los vampiros!? ¡¡Qué se
defiendan ellas solitas!!
“No por
favor, que no sea otro de esos días” pensó Yaroslaf al verlos ponerse
ambos a cada lado de la mesita de café. Este era el problema de tener a dos
Ahrouns compartiendo piso, era como tener en casa una bomba de relojería con el
reloj estropeado, nunca sabías cuando iba a estallar, lo único seguro era que
estallaría. Abel empezaba a apartarse despacio mientras protegía su botellín de
cerveza en su regazo. En el sofá la pobre recién llegada se arrimó casi sin
querer a Yaroslaf con el miedo reflejado en su cara. Ambos contendientes
estaban en pié, tensos y listos para saltar el uno sobre el otro.
- Se
queda - Sentenció Zero.
- Y una
polla - Escupió ella.
Un brillo
azulado en los ojos de Zero hizo que el alfa de la manada se diese cuenta de
que estaba a punto de caer en frenesí solo por aquel comentario, caería sobre
ella y comenzarían a pelearse, posiblemente cambiarían de forma y destrozarían
el piso. Yaroslaf levantó un pie, enfundado en su pesada newrock con refuerzos
metálicos y simplemente lo dejó caer sobre la superficie acristalada de la
mesita de café, rompiéndola en mil pedazos y haciendo un gran estruendo. Con
eso bastó para llamar la atención de todos los presentes. Se puso en pie con la
taza humeante aún en sus manos. Desde
el altavoz empezó a sonar “End of the Beginning” de “30 Seconds to Mars”
- La chica
se queda - Echó un pequeño trago a su café mientras miraba el efecto que tuvo
la afirmación en Kiara, que apretaba los dientes mientras se tragaba sus
palabras - Soy el alfa de esta manada, y además soy el que paga las facturas de
la casa. El piso está a mi nombre y con él se hace lo que yo diga - Kiara se
cruzó de brazos mientras le escuchaba con atención y entonces fue cuando él se
giró hacia Zero - Pero antes tendrá que responder a algunas de mis preguntas, a
solas. Y ten en cuenta que esto no será perenne, en unos días se tendrá que ir.
No podemos arriesgarnos a dar cobijo a alguien buscado por las sanguijuelas -
Hizo una pausa aguantando la mirada a Zero - A otro, mejor dicho.
Kiara
asintió satisfecha pero a Zero le costó un poco más ceder. Todos podían oír
perfectamente el rechinar de sus dientes mientras aguantaba el tirón del
frenesí, y si su oído no hubiese sido suficiente, las chispas azuladas de sus
ojos lo delataban. El Feroz nacido bajo la luna llena y hermano de tribu de
Yaroslaf era siempre más difícil de poner en su sitio. Físicamente era superior
a todos ellos (cosa que ponía rabiosa a Kiara en más de una ocasión) y era
fácil tocarle las narices, pero por fortuna para todos sabía poner las normas
por delante de todo. Solo había que saber qué palabras utilizar.
- Zero
¿Delante de ella? - Sugirió el alfa, señalando obviamente a la pariente.
El Lupus
giró la vista para mirarla, la pobre muchacha tenía las manos agarrotadas
sujetando el café con mucha fuerza y su cara reflejaba auténtico terror. Fue en
ese momento cuando Yaroslaf se dio cuenta de que, aunque ella fuese inmune al
delirio, era absolutamente consciente de lo que era capaz de hacer un hombre
lobo enfurecido. Zero abrió la boca para decir algo pero debió cambiar de idea,
bajó la mirada y asintió. El alfa sonrió complacido, había conseguido abortar
aquella crisis y los luna llenas habían actuado como él esperaba, excepto por
una cosa, pues vió como su compañero les dió la espalda y se dirigió hacia la
puerta por la que había él entrado hacía unos minutos. El silencio recorrió la
habitación como si de un museo se tratase, con los ojos de Kiara, Yaroslaf,
Abel y la recién llegada, Sarah, fijos en la puerta.
- ¿En
serio se ha pirado? - Abel fué el primero en romper el silencio - Pues menos
mal que no hay luna llena esta noche.
- Kiara,
Abel - Ordenó Yaroslaf - Id detrás de él y aseguraos de que no se mete en líos
- Ambos obedecieron al momento.
- Vale,
pero déjamelo a mí - Dijo su hermana de manada al llegar a la puerta - Mejor
que sea yo quien lo trate.
- ¡¡Ahh!!
Y a la vuelta comprad pan, sal y leche, que se ha acabado - Añadió antes de que
sus compañeros se fueran.
- ¡¡A sus
ordenes, todopoderoso alfa!! - Exclamó Abel.
Se fueron
y se quedó a solas con la pariente. Se la notaba nerviosa pero había en sus
ojos algo que no se encontraba todos los días: Voluntad y Decisión. Yaroslaf
era bueno juzgando tanto a espíritus como a personas y muy pocas veces se había
equivocado. Sarah no era una mala muchacha ni una espía, eso seguro. Él se
sentó delante de ella y le dio tiempo para que se terminase el café mientras
dedicaba el tiempo a mirarla.
-
¿Esto... es normal? - Quiso saber ella.
- ¿El qué?
- Preguntó él levantando la ceja.
- Tanta
hostilidad entre ellos dos - Aclaró ella haciendo un ademán.
- ¿Entre
Zero y Kiara? - Se rió - No, no realmente. Son como uña y carne pero también
son muy competitivos entre ellos. Además, ella fue la Alfa hasta hace cosa de
un año, así que aún se está acostumbrando a su nueva posición. Es una larga
historia.
-
Entonces... ¿No se odian? - Ella terminó su café y lo dejó sobre los restos de
la mesilla.
- No, de
hecho puedo decirte sin lugar a dudas que ella es la que mejor conoce a Zero de
todos nosotros, después de todo se han pasado un año fuera los dos solos en...
- Yaroslaf se dio cuenta en ese momento de que ya había hablado demasiado ¿Qué
tenía esta chica que le caía tan maja? - Bueno. Se supone que aquí las
preguntas las hago yo ¿no? - Le dijo con tono más serio.
Ella
levantó la mirada, sus ojos azules contemplaron los oscuros ojos de Yaroslaf.
No podían ser más dispares, ella con una melena caoba y él con el pelo negro y
corto a lo militar, él delgado pero con los músculos marcados y ella pequeña y
menuda, ella de rostro redondeado y el de él afilado. Pero ambos se miraban y
se medían, se buscaban y vigilaban, eran dos pares de ojos que habían visto
mucho y ansiaban ver más, eran ojos lectores.
- Explícame lo que has visto esta noche y qué crees que ha pasado - Terminó por preguntar el lupino, y ella empezó a relatar.