miércoles, 16 de enero de 2013

En lo alto de la Torre


Paso a paso, Drago subía la torre del castillo, sin prisa y en silencio. Le gustaban los castillos, sobre todo cuando había sido después de una conquista como aquella.

El castillo de RedMind, del Lord Mastrich era famoso por haber resistido más de 14 asedios en 250 años y nunca haber sido tomado. Sus muros eran impenetrables, sus almenas inalcanzables, su portón de bronce indestructible y un río atravesaba lo atravesaba de este a oeste y les suministraba todos los suministros que necesitase, lo que le permitía soportar el más largo de los asedios.

¿Imagináis la cara del capitán Prod cuando llegó el mensajero del barón Ilismer pidiendo nuestro acero para la conquista de tal fortaleza? Os lo diré, era de incredulidad, apenas se creía que fuese en serio. Garviel reunió a todos los capitanes en su tienda y les preguntó si era posible. Después de una larga reunión, y tras las negativas e imposibles de por parte de todos, el general solo dijo una cosa: “Lo imposible es solo lleva un poco más de tiempo y esfuerzo”. No quiso escuchar más sus quejas y los despachó.

- ¿Por qué no nos escucha? - Preguntó Kodran a su hermano más tarde.

- Quizás sabe algo que no sabemos.

La primera noche del asedio Garviel hizo llamar a Drago para explorar la campiña al amparo de la luna nueva. Cuando llegaron a la cara oeste del castillo, Garviel se sentó sobre la hierba con calma y tranquilidad.

- Dime qué es lo que ves - Le dijo con una sonrisa en la cara.

Drago observó la muralla. No había visto una muralla tan alta en su vida, quizás unos treinta metros. Las torres eran amplias y tenían montadas sobre ellas una serie de catapultas y balistas, no permitirían acercarse al ejército. Además, aquella puerta de bronce macizo daría problemas, ningún ariete lo derribaría en poco tiempo. Siquiera la opción de escalar los muros era factible, pues apenas tenía asideros, ni un experto escalador como él podría trepar por ellos.

Pero después de un largo rato, encontró por donde entrar. Se giró hacia su general y este lo esperaba con una sonrisa

- ¿Lo encontraste? - Le preguntó

- Si... pero eso ya lo sabías ¿no señor?

Su sonrisa fue su única respuesta.

El proceso era simple, Drago y un pequeño grupo de exploradores con armadura ligera se infiltrarían a través del río al abrigo de la siguiente noche  y una vez dentro se dispersarían, saboteando las máquinas de guerra y abriendo el portón principal.

El resto de la batalla fue el habitual estallido de violencia. Vencieron.

Pero volvamos un momento a la torre, pues allí pasó algo para lo que él no estaba preparado para ver.

Los pasos de Drago eran casi imperceptibles, sus movimientos fluidos y suaves incluso en territorio desconocido y su oído agudo como el de un zorro. Con razón era el capitán del mejor escuadrón de exploradores.

Siguió subiendo por aquella escalera de caracol hasta que escuchó un ruido más adelante. Por instinto se ocultó y llevó su mano al arma que le colgaba del cinto. ¿Quedarían más enemigos atrincherados? Si así era estaba preparado para darles caza en aquella palpable oscuridad.

Avanzó con cautela y cuando casi llegó al fin de la escalera encontró una escena que no esperaba. Encontró un hueco en el muro izquierdo y se ocultó allí esperando tener una buena visión de lo que sucedía.

Vio, junto a un gran ventanal, a Garviel abrazando a una figura. Apenas tenía línea de visión desde su posición, pero reconoció la armadura de su general, también vio unas cadenas con unos grilletes abiertos en el piso.

- He venido a buscarte - Le escuchó decir.

- Estoy cansada Garvi - Dijo la segunda voz, una voz femenina y dulce, pero apenada.

- Lo sé, solo he venido a buscarte - El soldado notó una flexión en su voz, un detalle que intentaba ocultarse de ellos.

- No sé si quiero salir de esta torre, los minutos se me hacen eternos dentro y fuera de ella, me es difícil respirar y no encuentro aire puro entre estos muros - La voz de la dama se quebró ante el inminente llanto.

En ese momento Drago vio como su buen amigo se separaba un poco de la muchacha y le levantó el rostro. Era una hermosa doncella de rostro ceniciento y cuerpo menudo, tan hermosa que parecía que despedía luz por sí misma. Por un momento se sintió embobado y casi se descubre de su escondite, pero los años de entrenamiento en los letales bosques del norte le hicieron volver a centrarse.

- No llores mas, deja de hablar - Le dijo Garviel suavemente mientras la miraba a los ojos - toma tus alas y empieza a volar, sabes que tu eres más fuerte que todo esto, sabes que no te podrán vencer.

- Pero... - Dudó ella.

- Confía en mí - La interrumpió él mientras apoyaba su frente en la de ella - Me quedaré aquí contigo hasta que alces el vuelo una vez más.

Ella empezó a sollozar.

- Tengo miedo, Garvi. - Que una voz tan dulce dijese una palabra tan fea como “miedo” hizo que el corazón de Drago comenzase a temblar, una dama así no debería sentir esas cosas.

- Abandona tus miedos, nunca hicieron nada por ti. - Ahí estaba otra vez, el detalle que se ocultaba de la escena, la flexión en la voz del general.

Garviel se puso en pie en aquel momento, dándole algo de espacio a Drago para ver a la doncella. Un suave vestido azul oscuro envolvía su pálida piel  y sus cabellos castaños caían sobre sus hombros. Sus ojos almendrados se ocultaban entre sus manitas y las lágrimas cruzaban su rostro. Pero lo que más le sorprendió fue cuando vio que unas hermosas alas de águila brotaban de su pequeña espalda.

- Lo sabes - volvió a decir su general - levántate ya y se libre al fin. Decide tus pasos al andar y no dejes que nadie te diga qué hacer. Creo que todo esto tal vez, al final, te hará sentir bien.

Entonces fue cuando ella se levantó y extendió sus alas. Drago no podía creer lo que estaba viendo, ante él se tenía a la criatura más perfecta y hermosa que jamás hubiese visto, su mera presencia hacía que la estancia se iluminase con luz propia. La muchacha estaba descalza y sus pasos eran al principio temerosos, pero poco a poco tomaron confianza, y se acercaban hacia el gran ventanal. Allí ella miró al cielo, a las estrellas, con una ligera y tierna sonrisa. Entonces fue cuando ella se giró y le ofreció su pequeña mano al caballero.

Él se acercó despacio, como si midiese cada paso, como si buscase alargar el instante todo lo posible. Con ambos en pie Drago se dio cuenta de que la gran altura de Garviel realmente hacía que  ella pareciese más pequeña y frágil. Finalmente alzó su mano y tomó la de la chica alada.

- ¿Vendrás conmigo? - Pregunto ella.

Él la miró a los ojos y se acercó al ventanal y a ella. Tras uno instantes, alzó la vista hacia la cúpula celeste que sobre sus cabezas se encontraba. Era realmente una visión hermosa, un caballero de blanca armadura junto a una muchacha tan hermosa que casi parecía de otro mundo, y sobre ellos, un cielo plagado de estrellas.

- Ven conmigo por favor - Suplicó ella en un susurró.

Drago vio como el caballero se mordió los labios. Y el detalle volvió a aparecer en la escena, pero esta vez no pudo escapar a la vista del explorador, revelando lo que estaba pasando por la cabeza de su general, y prediciendo lo que saldría de sus labios a continuación.

- No puedo - Dijo él al fin.

- Por qué. ¿No quieres venir?

- Nunca he dicho que no quisiese.

- ¿Entonces?

La pausa se hizo eterna, pero finalmente Garviel dio un paso atrás, como si necesitase espacio para que sus palabras surgieran, pues eran más pesadas que su propia armadura.

- Quisiera ir hasta el fin del mundo contigo, pero no puedo. Todo lo que soy me pide que huya contigo, pero no puedo. Cada ápice de mi ser me exige que te abrace, pero no puedo. Cada gota de mi sangre hierve por estar entre tus brazos, pero no puedo.

El amargo silencio que se produjo a continuación fue roto por la tímida voz de la muchacha.

- Es tu código ¿no?

El caballero asintió despacio. Ella se acercó a él una última vez y lo abrazó con fuerza, un abrazo de intenso amor que incluso Drago, desde su escondite, esperaba que fuese eterno.

- Nunca dejaste de ser un caballero de la luz - Susurró ella mientras acercaba su rostro al del general, casi hasta el punto de que sus labios se rozaran, para terminar apoyando su frente en la de él - Solo espero que algún día puedas ser realmente feliz. Te esperaré.

Y fue entonces cuando ella extendió sus alas y se fue volando por el ventanal, no sin antes dedicarle una preciosa sonrisa a su caballero. Y su luz se perdió entre la oscuridad y las estrellas.

Garviel se quedó en el lugar con la cabeza gacha durante tanto tiempo que su capitán, escondido, se planteó si salir y poner su mano sobre su hombro en señal de apoyo. Vio su puño cerrarse y temblar, sus dientes casi rechinar de rabia e impotencia y sus ojos empañarse en lágrimas. Pero al poco, volvió a recuperar la compostura y musitó una sola palabra, y acto seguido se fue:

- Lo siento.

Pasó junto al oscuro escondite de Drago y por fortuna no lo vio, el eco de sus pasos se perdieron en la noche y el soldado se encontró solo. Al poco se acercó al lugar donde había estado su general y amigo, y no pudo evitar mirar al cielo preguntándose quién era esa hermosa dama. Cuando estaba a punto de irse del lugar, sus ojos se posaron sobre una pluma blanca que había en el suelo. Se agachó y la tomó. Esa noche le había proporcionado muchas preguntas, quizás demasiadas. ¿Cómo sabía Garviel que el castillo era conquistable? ¿Quién era esa muchacha? ¿Qué relación tenía con su amigo? Pero sobre todo, había una pregunta que lo carcomía.

¿Por qué el rostro de la doncella le parecía tan familiar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario