Y el mundo lentamente volvió a su lugar, despacio y sin prisas, al igual que la consciencia de Nayram.
- … por cierto, la Princesa ha estado preguntando dónde te encontrabas - Le pareció escuchar en la lejanía una voz ruda y profunda. Una conversación ya empezada.
- Eso tengo entendido ¿Qué le has dicho? - Le contestó una segunda voz, más calmada.
- La verdad, como siempre, que estabas atendiendo a tus responsabilidades
- Bien hecho - Su voz denotaba un arrojo de satisfacción - Kodran, encárgate de todo durante un tiempo, tengo cosas que atender.
- Sin problema, pero no vuelvas tarde, ya sabes el carácter que tiene. - Y le pareció escuchar un pesado trote que se alejaba.
El mundo de Nayram volvió despacio y al abrir los ojos aún tenía la visión emborronada. Una rápida mirada a su alrededor le dio a entender que estaba en una tienda de campamento. Estaba oscuro, solo iluminado por unas sencillas velas. Un súbito resplandor hizo que ella entrecerrase los ojos al abrirse la tela de la entrada. Una alta figura entró en el lugar y se mantuvo en la entrada.
- Al fin despertaste - Era el segundo hombre - ¿Cómo estás? - Preguntó dejando caer la tela de la entrada y tapar un poco la luz.
Aún se encontraba confusa ¿Qué había sucedido? Recordaba todo como si de un sueño se tratase, o una terrible pesadilla. Entonces fue cuando recordó a la bestia y se incorporó de repente. Y el dolor volvió a su pecho y sus miembros.
- No deberías hacer movimientos bruscos - dijo él acercándose despacio - No estás recuperada todavía.
Ella se palpó el pecho y vio que tenía un vendaje con un suave tono rojizo. El lacerante dolor la empujó a tumbarse pero ella siguió luchando.
- ¡¿Quién eres tú?! - Quiso saber la muchacha entre sus dolores y aun intentando incorporarse - ¡¡Y deja de acercarte!!
El muchacho siguió caminando sin hacer caso a su réplica, solo caminó más despacio y en silencio tomó uno de los asientos que se encontraban cerca de la cama donde ella reposaba, pero dándole espacio. Su vista se fue aclarando poco a poco. Era un muchacho alto y delgado, vestía con una simple túnica azul marino sin apenas ninguna decoración. Tenía el pelo algo alborotado y esbozaba una sonrisa. Parecía tener su misma edad. Sus ojos verdes acompañaban a su mirada tranquila, junto a una pizca de curiosidad.
Ella se relajó un momento, el hecho de que el chico se mantuviese a distancia la tranquilizó un poco y volvió a tumbarse en la cama. El dolor dejó de fustigarla con tanta fiereza pero no desapareció. Tuvo un respiro y siguió mirando la habitación. Era bastante espartana para su gusto y apenas dejaba entrar la luz. Había un pequeño baúl a los pies de la cama y una mesa junto a la entrada. También vio algunas sillas más en la tienda y sobre una de ellas observó que estaban su arco y armadura, junto al resto de su ropa. Con temor miró debajo de sus sabanas y vió que llevaba una ropa que no era suya, una suave tela oscura que cubría su cuerpo. Se tapó rápidamente en un arrojo de vergüenza.
Echó una mirada de reojo al muchacho, quien no se había movido ni un milímetro de donde se había colocado. Ante la súbita pregunta que sus ojos hacían, él respondió:
- He lavado tus ropajes y estoy intentando arreglar tu armadura. Como ves todas tus pertenencias están a la vista a la espera de que te recuperes. Lo siento por tu caballo, pero no sobrevivió a sus heridas. - Lo dijo todo con mucha calma y muy despacio pero con la seguridad del que es sabedor de que sus palabras son ciertas - Tu brazo y tu pierna están a punto de sanar del todo pero me preocupa la herida en tu pecho, es más profunda de lo que esperaba, pero estarás bien, simplemente procura no moverte demasiado.
El chico habló y la chica escuchó, pero no pudo evitar darse cuenta de que le estaba ocultando algo. No le había mentido en ningún momento, simplemente había omitido una verdad.
- ¿Y mis compañeros? - Quiso saber ella.
- Sobrevivieron cuatro, gracias a ti. Están fuera esperando verte - Dijo él haciendo un gesto hacia la entrada - Has sido muy valiente.
- ¿Y qué era aquella cosa? ¿Aquel monstruo? - Aún le temblaba todo el cuerpo al recordar los ojos de aquel ser.
- Un Tigre Kalivinita, una bestia de mi región. Llevaba tras su pista desde hacía varias semanas. - Contestó él con calma. Ella iba a hacer otra pregunta pero el chico la interrumpió - Ahora debes descansar, le diré a tus amigos que entren, realmente quieren saber si estás bien por sus propios ojos.
Mientras sus pasos se dirigían a la entrada se dio cuenta de que había una pregunta que había hecho y él no le había contestado. Los movimientos y los pasos del muchacho le recordaron súbitamente a algo que le había contado Viktor una y otra vez en sus historias: “Por sus ojos, por sus palabras, por sus pasos, los reconocerás”
- ¡Espera! - Le gritó - Gracias, mi nombre es Nayram.
Esto hizo que él detuviera sus pasos justo en la entrada de la tienda, ya con una mano preparada para abrir la pesada tela que los resguardaba. Entonces se giró y la miró.
- Mi nombre es Garviel Caprih de Kalivan, caballero de la Orden de la Luz. - Le hizo una suave reverencia con la cabeza y abandonó la estancia.
Fue entonces cuando entraron sus cuatro compañeros. Le contaron que había estado inconsciente durante tres días y que estaban terriblemente preocupados, pues realmente pensaban que su pequeño cuerpo terminaría sucumbiendo a tan grandes heridas. Ella se alegró de verlos pero echaba a alguien en falta, alguien importante.
- ¿Y Viktor?
Ellos, apesadumbrados, le explicaron que no solo había huido y los había abandonado a su suerte, sino que se fue con toda la recaudación. Se encontraban no solo en la situación de que su líder los había dejado, sino que estaban completamente sin blanca. A ella no le preocupó tanto eso, sino que Viktor, el hombre al que respetaba y admiraba, el hombre al que amaba, el hombre con el que había pasado tantas noches bajo las estrellas siendo ellas las únicas testigos de su pasión, los hubiese abandonado a su suerte.
Y ella se encontró con el corazón roto.
...Continuará...
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