miércoles, 29 de mayo de 2013
Pequeñas cosas, como volar una cometa
Una vez escuché esa frase tan famosa de "La felicidad está en las pequeñas cosas" y me gustó la idea, y durante muchos años lo llevé como bandera. Disfrutaba de las cosas comunes y simplonas: Un sueñecito; un abrazo cálido; un paseo por la orilla mojándote los pies; una noche de risas con los amigotes; una hamburguesa del Brigthon (oh wait... eso no es pequeño xD)
Pero es cierto que de un tiempo a esta parte me he negado ese placer, ese disfrute de las bellas cosas cotidianas de la vida. ¿Por qué? Pse, no lo sabría contestaros.
Pero ayer hice algo que no hacía desde hace años: Volar mi cometa.
Un día soleado pero fresco, con suficiente viento para que la cometa vuele lejos, con el estomago bien lleno y afectuosa compañía. No pude hacer otra cosa excepto sonreír, sonreír como hacía tiempo que no sonreía, con una sonrisa infantil.
Porque cuando vuelas una cometa solo tienes una responsabilidad: Mantenerla en el aire.
Porque cuando vuelas una cometa solo tienes una preocupación: Que caiga al suelo
Porque cuando vuelas una cometa todo se simplifica.
Vuelves a ser un niño.
No te olvides de las pequeñas cosas. Recuerda a Calvin y Hobbes. Y no olvides sonreír.
martes, 28 de mayo de 2013
10 cosas para Diciembre
Bueno, se supone que para hoy tengo tarea.
"Hacer una lista de 10 cosas que quiera hacer de aquí a Diciembre".
¡¡Es absurdo!! a ver, si realmente quisiese hacerlas no tendría que pensar y ponerlas en una lista ¿No? es lo más lógico. Y ella coge y me insiste porque dice que me ve desanimado últimamente (lo cual es más o menos cierto). Pero bueno, como soy idiota le he prometido que lo haría (En serio Javi, deja de prometer cosas porque luego tienes que cumplirlas xD).
Bueno, primera lista, allá va:
- Encontrar curro. [De lo que sea...]
- Sacarme el carnet de conducir. [Que ya va siendo hora...]
- Pintar mi ejercito de Warhammer 40k ENTERO. [Estoy harto de ver a mis marines color "plástico-gris-feo"]
- Aprender algo de francés. [Me apetece]
- Aprender 3 recetas de algunos platos que me gusten (y ya puestos, hacerlo de vez en cuando). [No es que me guste la cocina, pero siempre viene bien ¿no?]
- Hacer deporte al menos 3 o 4 veces a la semana (esperemos que el tiempo acompañe xD). [Patines... pesas... bici...]
- Viajar o visitar 4 lugares nuevos. [Siempre me gustó viajar y ver sitios nuevos... no sé porque no lo hago más a menudo]
- Ver un atardecer y su amanecer. [Hace muchísimo que no lo hago, demasiado]
- Seguir formándome como maestro, ya sea haciendo cursos de formación o leyendo ensayos y royos de esos. [Hay que rellenar currículo ¿no?]
- Intentar sonreír de verdad más a menudo. [Sin dramas ¿vale? últimamente me cuesta un poco sonreír de verdad]
- Contestar menos veces "No" a los planes que me propongan mis amigos, da igual cuales sean.
Jum... son 11... ¿quito alguna?...
Nah!!! Ahí se quedan. Tengo que hacerlos de aquí a Diciembre, a ver qué pasa.
PD: Gracias por aguantarme.
domingo, 26 de mayo de 2013
Noches en vela
Hay noches en las que el Caballero se despierta intranquilo y no es capaz de volver a conciliar el sueño de nuevo. Noches en las que un sueño le asalta en su momento de mayor debilidad.
- “Pesadillas” - Responderá cuando sus capitanes de confianza le pregunten.
Pesadillas...
Sin embargo miente. Desearía decir la verdad. Y al mismo tiempo desearía que lo que dijese fuese cierto.
Pesadillas...
No es la primera vez que se despierta en mitad de la noche, ni sería la última. Eso era sobre todo lo que hacía hervir su sangre, la seguridad de que habría más noches como aquellas.
Pesadillas...
Las pesadillas se definen como sueños feos y desagradables. Pero los suyos no eran desagradables, más bien al contrario, eran sueños agradables y plácidos, divertidos y entrañables.
Eran recuerdos.
Aquellas noches revivía momentos que intentaba olvidar. Momentos que se presentaban cuando más débil se encontraba. Tiempos en los que había sido feliz con su Princesa. Los volvía a experimentar con tanta intensidad que al despertar aun podía sentir el roce de su piel en la yema de sus dedos, o el tacto de sus besos en sus labios, o el calor de su cuerpo contra el suyo.
Sonrisas sinceras en la oscuridad...
Confidencias profundas en la alcoba...
Besos reales en la intimidad...
Pasión desmedida ocultos a los ojos ajenos...
Y entonces se despertaba inquieto y febril de amor y pasión. Abría los ojos y se encontraba con el techo de su tienda, y la realidad volvía a golpearlo, porque solo eran recuerdos de algo que murió mucho tiempo atrás.
Era entonces cuando el Caballero, que tan seguro había estado de todos sus actos, dudaba. ¿Había actuado bien? ¿Había hecho lo correcto? Quizás debió ceder. Quizás debió claudicar. Dejar caer su espada y morir en aquella arboleda.
Envuelto en dudas sale de su tienda y comienza a vagar por el campamento. Todos sus capitanes duermen y se encuentra caminando solo entre los pocos fuegos que utilizan los centinelas para alumbrarse, hasta que deja el campamento atrás, con la vana esperanza de dejar también los recuerdos atrás, pero es en vano, porque cuando el caballero amó, lo hizo de corazón, implicandose de la única forma que sabe hacerlo, en cuerpo y alma.
- “Porque otra cosa sería engañarse a uno mismo”- Susurra de memoria, una fracción del rezo de la que una vez fue su orden.
El caballero bajo la luz de la misma Luna Llena que lo vió realizar grandes gestas cae sobre sus rodillas, desarmado, desposeído y solo.
El corazón del caballero se encabrita y comienza a bombear todo lo que tiene dentro. Dudas. Miedos. Desesperanza. Injusticias. Envidias. Indefensión. Mentiras. Deslealtad... Siente su piel arder y el caballero no puede evitar temblar de terror bajo un cielo nocturno sin estrellas.
.
..
…
….
…..
….
…
..
.
Pasan los minutos y las horas, y el caballero al sentir que se calma alza la mirada hacia el horizonte. Su corazón vuelve a latir a un ritmo pausado y su cabeza vuelve a silenciarse, aunque su piel aún hierva, aunque eso no es tan raro en él porque su piel siempre ha ardido cual fuego.
A su izquierda la Luna Llena le dice adiós.
A su derecha el Sol de verano comienza a desperezarse.
El Caballero intenta, esta vez en calma, hacer recuento de sus pasos:
Rompió lazos con la orden de los Caballeros de la Luz, aunque por alguna razón seguía rigiendo su vida con su código.
Se rodeó solo de los hombres y mujeres en los que más confiaba, convirtiéndolos en sus capitanes.
Viajó por el continente, decidiendo por sí mismo sus propias batallas.
Liberó a una criatura alada que él mismo había encarcelado, para ver pasar Abril sin pena ni gloria.
Conoció nuevos rostros y recuperó algunos viejos.
Se enfrentó a todos los males con los que se encontró, y salió victorioso.
Y vivió.
Si todo estaba en orden ¿Por qué lo traicionaba aún la Luna Llena? ¿Por qué sentía que algo no funcionaba bien? ¿Qué era lo que le faltaba?
Al sentir el cálido Sol en su rostro recordó que el verano se acercaba, y sintió que su querida Kalivan lo llamaba. Pronto atravesaría el desierto y las montañas para volver a ver sus bosques y sentir la Cacería.
- ¡¡Garviel!! - Oyó a sus espaldas. Era Kodran, que se acercaba a él cargado con dos grandes tazas de café.
Y el Caballero sonrío, casi le salió natural... casi.
Y los dos buenos amigos hablaron durante horas, de mujeres, de batallas pasadas y futuras y de cierto equipo que necesitaba para su Legión de Acero.
Sí, pronto abandonaría el Sur de nuevo, pero todavía no.
viernes, 24 de mayo de 2013
Step Thirty six
Los
días desde entonces fueron más luminosos, después de tempestad llego la calma.
Llevaba tiempo caminando, alejándome de las ruinas que habían sido mi vida. La
carga era menos pesada día tras día, y las ansias por mirar atrás casi habían
muerto. Cada paso me hizo más fuerte, pero también es cierto que me hacían más
frío. Algo se gestaba en mi interior, una nueva forma de ver la vida totalmente
contraria a como la había visto hasta ahora. Pero eso aun no lo sabía. Al
llegar a lo alto de una colina el sol me deslumbró, y me mostró el resto del
bosque, ante mí se encontraba un mundo enorme, más grande que el que recordaba.
¿Me acordaría de cómo caminar solo? Vi varias caras nuevas, unas me sonreían, y
otras se sorprendían de verme.
- “Vuelve” - Escuche a mis espaldas, era como un susurro.
Al girarme vi que, de entre las
ruinas, procedía la voz de ella.
- “Vuelve”.
Mire a mi espada, que me devolvió la mirada en silencio.
- “Vuelve, te pondré las cosas fáciles”.
Qué tan fácil habría sido
volver colina abajo a un lugar ya conocido. El viento sopló en silencio, ese
silencio que espera a que tomes una decisión.
- “Vuelve, te pondré las cosas fáciles, no tendrás que hacer nada”.
Ojalá hubiese sido el pozo el que hablaba, pero no, era ella. Ni siquiera las
ramas del árbol hicieron un solo ruido, como si nadie se atreviese a decir
nada.
¿Vosotros qué creéis? ¿Debería haber acudido? ¿Habría sido fácil?
¿Habríamos vuelto a unir nuestros caminos? ¿Habría solucionado algo?
Nunca
lo sabremos. Volví a girarme, dándole la espalda a todo lo que conocía. Había
tomado mi decisión, y pensaba cumplir mi palabra hasta el final. Sabía que, en
algún punto de este nuevo camino, había algo nuevo, bueno, bonito, y por lo que
mereciera la pena luchar. Ni siquiera respondí a la llamada, a pesar de que
habría sido fácil decir simplemente “No”,
el silencio es ahora mi armadura, a pesar de lo duro que es mantenerla.
sábado, 18 de mayo de 2013
Una celebración casi ajada
El calor del verano se acercaba y el nocturno y cálido viento acunaba a nuestros protagonistas. El ejército se había tomado un descanso bien merecido después de la defensa del castillo de Lord Albert de los malvados Gothrans. Era motivo de celebración y la ciudad vivía en una fiesta constante que su buen gobernador había decidido pagar de su propio bolsillo.
Esta fue la razón por la que los buenos capitanes habían decidido unirse a la multitud y fundirse con la fiesta.
El Doctor O’Beoir observaba a todos con alegría, los buenos soldados se merecían un descanso. La defensa del castillo duró dos largos meses y de no ser por la pericia de sus líderes habrían sufrido enormes bajas, pero aguantaron y rechazaron al enemigo. Y el trabajo del doctor no había sido menos, aún no podía contar la cantidad de veces que Kodran y Draco habían tenido que ser atendidos por su temeridad, en más de una ocasión le habían hecho preocuparse, pero eran soldados duros del norte y a pesar de ser tan distintos en miles de aspectos, aquellos hermanos eran mucho más duros de lo que a veces aparentaban.
Allí estaban todos alrededor de una gran hoguera en medio de la plaza principal, disfrutando de la música, las bailarinas, la cerveza y las canciones. Junto a él se sentaban Kodran y Loui, el ex-sargento recientemente ascendido a Capitán de los Incineradores, bromeando sobre anécdotas de su experiencia como guardia de un pequeño pueblo lleno de ancianos. Más allá estaban Prod y Kamou que no perdían ojo de unas bailarinas que jugueteaban con ellos. Un poco más apartados se encontraban Nayram y Draco acurrucados y medio dormidos ya.
¿Y Garviel?
El buen Doctor casi por deformación profesional no había podido quitarle ojo de encima. Ya hacía casi un año que lo había tenido que traer de entre los muertos y aún se preocupaba por él. El Caballero se había traído a una doncella del castillo, una guapa morena de ojos exóticos y sonrisa sincera. Nadie más la conocía pero parecía compartir cierta complicidad con Garviel, lo que hizo que O’Beoir no pudiese evitar la sonrisa. Estaban sentados en el suelo cerca del fuego escuchando la música, riéndose mientras se susurraban secretos y disfrutando de la buena cerveza.
“Parece que sí que le pude enseñar algo bien” Pensó divertido el Doctor .
Su alegría duró hasta que la bonita cantante cambió el tema de su canción a algo más lento:
Parece mentira
que pudiera confiar en ti,
mi alegría y mi desgracia
para ver este final.
Te agradezco que supieras
sacar de mí tanta fuerza,
fallo mío regalarte
mi vida en tu ausencia.
Los ojos del Caballero, que hasta entonces habían estado perdidos en los de su acompañante, se volvieron hacia la cantante y hacia el compás de su guitarra.
Y al volver encuentro miedo
de vergüenza y de secretos
que rompen todos tus besos
y despiertan mi tristeza.
Y al volver encuentro nada,
miro atrás y me arrepiento
de entregar a quien no debo
todo lo que ya no tengo.
La doncella hablaba aún con Garviel pero este ya no le prestaba atención, estaba perdido en algún lugar lejos de allí, en algún tiempo que ya pasó. El Doctor lo sabía, y maldijo en silencio a la chica que cantaba.
Parece distinto
el sentido de lo justo.
¿qué me das y que te debo
para cerrar este juego?
Sólo me queda, saber
dónde irá lo que te di
si no supiste tenerlo
y conmigo no ha vuelto.
O’Beoir observó el rostro de su General, su sonrisa se había esfumado y vió una expresión que ya conocía. Una expresión que había visto muchas veces cuando se encontraba por las mañanas al Caballero solo acompañado de su café.
Y al volver encuentro miedo
de vergüenza y de secretos
que rompen todos tus besos
y despiertan mi tristeza.
Y al volver encuentro nada,
miro atrás y me arrepiento
de entregar a quien no debo
todo lo que ya no tengo.
Esa expresión era lo que el Doctor llamaba “Rostro de Kalivan”, pues era bien conocido que los Kalivinitas eran gente muy nostálgica cuando estaban lejos de su tierra. Era un rostro cargado de tristeza. La doncella que acompañaba a Garviel pareció notar algo y con un beso se despidió de él.
Y al volver encuentro nada,
miro atrás y me arrepiento
de entregar a quien no debo
todo lo que ya no tengo
Ya no miraré tus ojos,
no quiero volver a verlos.
Fallo mío dar un sueño
a quien no sabe tenerlo.
La canción acabó tal y como había empezado y el ambiente festivo volvió al lugar, con una canción mucho más animada. Todos sonreían, todos reían y todos bailaban, menos Garviel, que tenía la mirada perdida en el fuego. La ausencia de su sonrisa pareció pasar desapercibida por todos los presentes, nadie se acercó a él siquiera para preguntarle por qué su jarra estaba vacía.
El Caballero se puso en pie y empezó a caminar buscando la salida de la plaza. Estaba en otro lugar, en otro tiempo, en otra piel, mas un recuerdo se había cruzado por su mente. O’Beoir no necesitaba que se lo dijesen, conocía al General y podía leer sus pensamientos en su rostro como si fuese un libro abierto. Al verlo alejarse intentó ponerse en pie pero un gran brazo lo agarró de sus ropajes.
- “No eres el único que se preocupa” - El brazo y la voz correspondían al vikingo Kodran.
- “Pues deberíamos ir a animarlo” - Contestó el Doctor - “Es lo menos ¿no?”
- “O podríamos dejarlo tranquilo” - Añadió una segunda voz, la del recientemente ascendido a Capitán.
- “¿Qué quieres decir?”
- “Garviel a veces necesita su tiempo tranquilo” - Dijo Kodran - “Y que no esté aquí no significa que no esté disfrutando de la fiesta. Él es de Kalivan, y las gentes de allí son extrañas. Tanto bosque y tanta lluvia no debe ser sano.”
- “Pero ¿tú no eras del norte? - Quiso saber Loui.
- “No de tan al norte” - Dijo tras un largo trago de su helada cerveza - “Más allá del hielo y la nieve, la tierra de Kalivan se yergue verde y azul, donde sus bosques albergan bestias. Vivir rodeado de seres que pueden devorarte... ¿Qué clase de vida es esa?
- “¿Y acaso no estamos nosotros para ello?” - Los sorprendió la voz de Garviel.
Al volverse vieron al Caballero con cuatro jarras de cerveza, sonriente y con una ligera mirada pícara que les ofrecía, al igual que la bebida.
“Y como siempre, responde con una pregunta, como se cuenta que hacen los de Kalivan” Pensó el Doctor. Era cierto, los caballeros de Kalivan se esforzaban en dar caza a aquellas bestias, y Garviel era uno de ellos.
Rieron y bebieron, disfrutaron de la fiesta. Las oscuras nubes que habían puesto en duda a O’Beoir sobre el estado de su buen amigo habían desaparecido. Aún así, en un momento en el que se quedaron solos se atrevió a hacerle la pregunta.
- “¿Estás bien?”
- “¿Acaso te parece que esté mal?” - Le contestó el General con una sonrisa.
- “Garviel... deja de hacer eso” - Dijo no sin un poco de hastío. - “Antes te he visto una mirada triste”.
Hubo entonces una pausa, Loui y Kodran, que se habían entretenido a buscar más bebida y a tontear con las dos bailarinas que jugaban con Prod y Kamou, comenzaron a caminar hacia ellos. Garviel miró al cielo estrellado y sonrió.
- “No es tristeza, es nostalgia. Nostalgia de tiempos pasados, tiempos donde todo era más claro, tiempos más sencillos, más fáciles.” - Dijo con su mirada “de Kalivan” - “Pero ¿Sabes una cosa?”
- “Dime”.
- “No cambiaría esto, este presente, este momento, por nada del mundo”.
Entonces nuestro protagonista, el buen Doctor, se dio cuenta de lo obvio: Siempre aparecerían nubes en el cielo, pero no por ellos el sol dejaría de brillar.
viernes, 17 de mayo de 2013
Pensamiento Barato IV
Anoche recordé una promesa, una idea tonta que surgió hace muchos años, un plan de futuro que hice con otra persona. Era nuestro pequeño secreto, un viaje lejos de nuestras raíces y algo endiabladamente loco. Guarde este secreto incluso a mi mejor amiga simplemente porque quería que fuese algo nuestro nada más, y aunque ya no sea algo importante ni tampoco un secreto no suelo hablar de aquel plan, hasta ayer. Y no pude evitar sonreír.
Porque a veces lo que necesitas no es una cara conocida ni un viejo amigo, sino un rostro nuevo y absolutamente desconocido.
Y a lo mejor ¿Quién sabe? Me suba a un avión y cumpla mi parte de aquella promesa, aunque está ya no tenga ningún valor.
Simplemente porque el plan molaba.
martes, 14 de mayo de 2013
Step Thirty one
Abrí
los ojos, el dolor había cesado y la luz de mi escudo se fue disipando poco a
poco. Las sombras se habían ido y todo quedaba a la luz de la Verdad. Vi la
caverna, y los cimientos de mi fortaleza. Apenas podía creer lo que veían mis
ojos.
¿Sabéis de qué están hechos los cimientos? De plata, de la misma plata
que mi escudo, aunque ya era una plata más
vieja. Los construí así porque siempre he pensado que es el material más duro y resistente que existe. Pero tenía algo pegado, algo que yo no había puesto.
¿Recordáis las
sombras? ¿De lo que estaban hechas? Allí estaban sus restos, el problema con la
plata es que si no la cuidas, las sombras se alimentan de ellas y las corroen.
Y los cimientos estaban casi completamente corroídos, rotos y carcomidos. Cada roca, cada teja,
cada losa, cada pieza de mi castillo estaba sustentado en unos cimientos que
ella había estado rompiendo durante varios años.
Todo empezaba a tener sentido
en mi cabeza. Al volverme vi que mi escudo seguía allí, en el suelo,
tintineando. Me acerqué y vi que detrás de mi reflejo había algo. Un bosque.
Un
bosque que no veía desde hace mucho porque estaba demasiado cerca de un árbol
con las raíces podridas. Vi el sendero que habíamos recorrido juntos, y vi las
huellas que dejamos, y en esas huellas vi que no estuvimos solos... que hubo
otros que ella me ocultó... y vi claro que, en cada beso, en cada abrazo, en
cada vez que hacíamos el amor, introducía pequeñas sombras dentro de mí. Lo vi
tan claro que me dolieron los ojos, sobre todo cuando me di cuenta de que era
algo que, de alguna forma, en el fondo de mi corazón, siempre supe, ella no había
sido sincera mientras que yo lo fui siempre, ella no lo había puesto todo en
nuestro sendero, mientras que yo lo puse todo y renuncie a todo por ella, ella
se guardó lo necesario para seguir el camino sin mí.
Sentí como algo se rompía dentro
de mí, algo que debió doler tanto que simplemente no sentí nada, quizás la esperanza en la gente, o la confianza, aun no lo sé, solo sé
que allí siguen los pedazos.
Tomé el escudo y lo poco que quedaba de mí y salí de aquel lugar.
En el exterior llovía, y el agua que me empapaba se llevaba todo lo malo en otra dirección, lejos de mí. Un trueno sonó en la lejanía. Junto al fuego había una hoguera, y allí estaban los que me habían sacado de las ruinas. Yo no sabía por donde empezar.
- “¿Y
bien?” - Me preguntó la brisa.
- “Ya
puedo irme, ya sé lo que fue mal, y no fui yo” - Les expliqué.
-“Lo sabemos, nunca fue culpa tuya, tu lo
diste todo, ella no” - Me dijo la estrella desde el cielo, desafiando a las
nubes.
- “Solo tenias que darte cuenta por
ti mismo” - Mencionó el árbol sin darle demasiada importancia.
-“Lo sé,
ahora lo sé, ahora puedo seguir el camino solo, no es necesario que me
acompañéis”.
-“No vamos a dejarte solo
ahora” - Me espetó la espada.
-“Pero sabéis
que este camino debo andarlo yo” - Dije .
-“Y
lo andarás tu, nosotros solo estaremos contigo para apoyarte”.
Eché una última
mirada a las ruinas, mis lágrimas se confundían con la lluvia y sonreí.
- “¿Estás bien?” - Me preguntaron al unisonó.
- “Si” - Les mentí, y ellos asintieron,
sabían que no era cierto, sabían que aun me quedaban muchos pasos por recorrer,
pero también sabían que tarde o temprano comenzaría a ser cierto, y yo también
lo supe entonces.
Solo me quedaba allí una cosa por hacer. Caminé
hasta el pozo, que me miraba con aires de superioridad.
- “Te dije que vendrías a mi” - Me dijo - “Te dije que me necesitarías si te adentrabas allí”.
-“Si, y vuelvo para decirte que no te necesito” - Me miró sin comprender.
-“Lo haré todo por
ti, lo sabes, solo necesitas beber de mi”.
-“Lo sé, y sé que sería muy fácil, pero recuerdo la última vez, todo el
daño que causaste, todo el dolor que repartiste, y no se repetirá”.
Me miró
con esa sonrisa que solo él sabe poner, esa sonrisa que te hace pensar que todo
está dentro de lo que él ha planeado.
- “Me
necesitas”.
- “Quizás, pero no hoy, no
ahora” - El olor a rabia invadió el ambiente.
- “Volverás” - Declaró tajante
- “Lo sé, y entonces
veremos si soy suficientemente fuerte para resistirme a ti, pero por lo pronto
mi respuesta es no”
Clavé mi mirada en el horizonte y vi la longitud del camino, infinito ante mí. Tenia el alma entumecido por el dolor y mi cuerpo cargaba conmigo casi por reflejo.
Y dí un paso más.
Hice
cuentas, treinta y un pasos llevaba ya... y muchos más por recorrer.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)