Abrí
los ojos, el dolor había cesado y la luz de mi escudo se fue disipando poco a
poco. Las sombras se habían ido y todo quedaba a la luz de la Verdad. Vi la
caverna, y los cimientos de mi fortaleza. Apenas podía creer lo que veían mis
ojos.
¿Sabéis de qué están hechos los cimientos? De plata, de la misma plata
que mi escudo, aunque ya era una plata más
vieja. Los construí así porque siempre he pensado que es el material más duro y resistente que existe. Pero tenía algo pegado, algo que yo no había puesto.
¿Recordáis las
sombras? ¿De lo que estaban hechas? Allí estaban sus restos, el problema con la
plata es que si no la cuidas, las sombras se alimentan de ellas y las corroen.
Y los cimientos estaban casi completamente corroídos, rotos y carcomidos. Cada roca, cada teja,
cada losa, cada pieza de mi castillo estaba sustentado en unos cimientos que
ella había estado rompiendo durante varios años.
Todo empezaba a tener sentido
en mi cabeza. Al volverme vi que mi escudo seguía allí, en el suelo,
tintineando. Me acerqué y vi que detrás de mi reflejo había algo. Un bosque.
Un
bosque que no veía desde hace mucho porque estaba demasiado cerca de un árbol
con las raíces podridas. Vi el sendero que habíamos recorrido juntos, y vi las
huellas que dejamos, y en esas huellas vi que no estuvimos solos... que hubo
otros que ella me ocultó... y vi claro que, en cada beso, en cada abrazo, en
cada vez que hacíamos el amor, introducía pequeñas sombras dentro de mí. Lo vi
tan claro que me dolieron los ojos, sobre todo cuando me di cuenta de que era
algo que, de alguna forma, en el fondo de mi corazón, siempre supe, ella no había
sido sincera mientras que yo lo fui siempre, ella no lo había puesto todo en
nuestro sendero, mientras que yo lo puse todo y renuncie a todo por ella, ella
se guardó lo necesario para seguir el camino sin mí.
Sentí como algo se rompía dentro
de mí, algo que debió doler tanto que simplemente no sentí nada, quizás la esperanza en la gente, o la confianza, aun no lo sé, solo sé
que allí siguen los pedazos.
Tomé el escudo y lo poco que quedaba de mí y salí de aquel lugar.
En el exterior llovía, y el agua que me empapaba se llevaba todo lo malo en otra dirección, lejos de mí. Un trueno sonó en la lejanía. Junto al fuego había una hoguera, y allí estaban los que me habían sacado de las ruinas. Yo no sabía por donde empezar.
- “¿Y
bien?” - Me preguntó la brisa.
- “Ya
puedo irme, ya sé lo que fue mal, y no fui yo” - Les expliqué.
-“Lo sabemos, nunca fue culpa tuya, tu lo
diste todo, ella no” - Me dijo la estrella desde el cielo, desafiando a las
nubes.
- “Solo tenias que darte cuenta por
ti mismo” - Mencionó el árbol sin darle demasiada importancia.
-“Lo sé,
ahora lo sé, ahora puedo seguir el camino solo, no es necesario que me
acompañéis”.
-“No vamos a dejarte solo
ahora” - Me espetó la espada.
-“Pero sabéis
que este camino debo andarlo yo” - Dije .
-“Y
lo andarás tu, nosotros solo estaremos contigo para apoyarte”.
Eché una última
mirada a las ruinas, mis lágrimas se confundían con la lluvia y sonreí.
- “¿Estás bien?” - Me preguntaron al unisonó.
- “Si” - Les mentí, y ellos asintieron,
sabían que no era cierto, sabían que aun me quedaban muchos pasos por recorrer,
pero también sabían que tarde o temprano comenzaría a ser cierto, y yo también
lo supe entonces.
Solo me quedaba allí una cosa por hacer. Caminé
hasta el pozo, que me miraba con aires de superioridad.
- “Te dije que vendrías a mi” - Me dijo - “Te dije que me necesitarías si te adentrabas allí”.
-“Si, y vuelvo para decirte que no te necesito” - Me miró sin comprender.
-“Lo haré todo por
ti, lo sabes, solo necesitas beber de mi”.
-“Lo sé, y sé que sería muy fácil, pero recuerdo la última vez, todo el
daño que causaste, todo el dolor que repartiste, y no se repetirá”.
Me miró
con esa sonrisa que solo él sabe poner, esa sonrisa que te hace pensar que todo
está dentro de lo que él ha planeado.
- “Me
necesitas”.
- “Quizás, pero no hoy, no
ahora” - El olor a rabia invadió el ambiente.
- “Volverás” - Declaró tajante
- “Lo sé, y entonces
veremos si soy suficientemente fuerte para resistirme a ti, pero por lo pronto
mi respuesta es no”
Clavé mi mirada en el horizonte y vi la longitud del camino, infinito ante mí. Tenia el alma entumecido por el dolor y mi cuerpo cargaba conmigo casi por reflejo.
Y dí un paso más.
Hice
cuentas, treinta y un pasos llevaba ya... y muchos más por recorrer.
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