Los
días desde entonces fueron más luminosos, después de tempestad llego la calma.
Llevaba tiempo caminando, alejándome de las ruinas que habían sido mi vida. La
carga era menos pesada día tras día, y las ansias por mirar atrás casi habían
muerto. Cada paso me hizo más fuerte, pero también es cierto que me hacían más
frío. Algo se gestaba en mi interior, una nueva forma de ver la vida totalmente
contraria a como la había visto hasta ahora. Pero eso aun no lo sabía. Al
llegar a lo alto de una colina el sol me deslumbró, y me mostró el resto del
bosque, ante mí se encontraba un mundo enorme, más grande que el que recordaba.
¿Me acordaría de cómo caminar solo? Vi varias caras nuevas, unas me sonreían, y
otras se sorprendían de verme.
- “Vuelve” - Escuche a mis espaldas, era como un susurro.
Al girarme vi que, de entre las
ruinas, procedía la voz de ella.
- “Vuelve”.
Mire a mi espada, que me devolvió la mirada en silencio.
- “Vuelve, te pondré las cosas fáciles”.
Qué tan fácil habría sido
volver colina abajo a un lugar ya conocido. El viento sopló en silencio, ese
silencio que espera a que tomes una decisión.
- “Vuelve, te pondré las cosas fáciles, no tendrás que hacer nada”.
Ojalá hubiese sido el pozo el que hablaba, pero no, era ella. Ni siquiera las
ramas del árbol hicieron un solo ruido, como si nadie se atreviese a decir
nada.
¿Vosotros qué creéis? ¿Debería haber acudido? ¿Habría sido fácil?
¿Habríamos vuelto a unir nuestros caminos? ¿Habría solucionado algo?
Nunca
lo sabremos. Volví a girarme, dándole la espalda a todo lo que conocía. Había
tomado mi decisión, y pensaba cumplir mi palabra hasta el final. Sabía que, en
algún punto de este nuevo camino, había algo nuevo, bueno, bonito, y por lo que
mereciera la pena luchar. Ni siquiera respondí a la llamada, a pesar de que
habría sido fácil decir simplemente “No”,
el silencio es ahora mi armadura, a pesar de lo duro que es mantenerla.
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