lunes, 29 de abril de 2013

Step Twenty nine


El agujero rezumaba oscuridad, palpable negrura que desafiaba al propio sol, esperando un despiste de este para colarse en el día. 

-“Ciérralo” - Escuché desde el pozo - “No bajes, es mejor enterrarlo todo” - Me insistió. 

Yo no podía dejar de mirar, ¿Qué había allí dentro que tanto miedo te diese? Me acerqué aun más. 

- “No le tengo miedo, simplemente sé que te espera, y vendrás a mi después, lo sé” - Me dijo. 

-“No le escuches” - Dijo una nueva voz.

No sabía de dónde venía esa voz, la busqué por todas partes sin encontrarla. No fue hasta que miré detrás de la montaña de ruinas que había detrás del agujero que lo encontré. 

-“¿Acaso creías que te iba a dejar solo?”

Era mi espada clavada contra una roca junto al agujero. Lustrosa orgullosa y afilada como siempre, capaz de cortar piedras y angustias. Me devolvía la mirada desafiándome a que me atreviese a decirle que se fuera. 

-“Ayudé a cortar las piedras más pesadas, y cargué durante días contigo, no pienso dejarte solo ahora” - Me increpó

-“Sabes qué debo hacer eso solo” - Le dije con el poco aliento que me quedaba. 

-“Te equivocas” - Dijo enfurecido.

-“No, de verdad, esta vez no puedo llevarte conmigo” - La espada me miraba desafiante, sabía que este duelo podía durar días, meses o incluso años, pero él termino cediendo, no sin antes ponerme una condición. 

-“Llévate esto entonces” - Me dio mi escudo, su escudo, nuestro escudo. Un escudo reluciente de plata que había sobrevivido a todas mis batallas  y aún brillaba. Tenía algo escrito en relieve, Truth. 

-“¿Crees que lo necesito allí abajo?” le pregunté. 

-“Créeme si te digo que sin él no veras nada ni encontraras lo que estas buscando, y podrías perderte para no volver”

Me alejé y, armado con la verdad, me sumí en las tinieblas.

domingo, 28 de abril de 2013

Step Twenty One


Algo me acompañaba aquel día, una suave brisa que, aun sin verla, sabía que me acompañaba. Aquel día, un día señalado, un día de fiesta, recordé que teníamos mil planes, y ninguno de ellos cumplimos. Solo pude pensar que a lo mejor fue culpa mía, después de todo fui yo el que eligió separar nuestros caminos y fue ella la que me dijo que quería volver a caminar junto a mí. 

-“Tomaste la decisión correcta” - Escuché decir a la brisa. De alguna forma, adivinaba mis pensamientos, y sabía a qué sentimientos desembocarían. 

-“Pero...” - empecé a decir. 

-“Tomaste la única elección posible, hacer más habría sido degradarte

-“Pero...”

-“Lo hiciste todo y más, lo diste todo y más, yo no habría aguantado tanto

-“Pero...”

-“¿Quieres volver a revolcarte en el barro? ¿Aún más?

No supe que decir, no supe que pensar, no supe que sentir, y supongo que fue esa sensación la que pudo conmigo esa noche, una noche señalada, una noche de alegría y fiesta donde, entre lagrimas, me quedé dormido entre la brisa y las estrellas.

Ellos entendían algo que yo aun no había entendido...

miércoles, 24 de abril de 2013

Step Fourteen


Hay quien se encuentra con fotos, yo me encontré con dibujos y cartas. Mis pasos me llevaron a ese lugar donde guardas las cosas más intimas, las cosas que más cerca te guardas en el corazón. Las ruinas seguían rodeándome y bajo una piedra encontré un “Te quiero” escrito. 

- “Destrúyelo” -  Dijo el Pozo con su voz característica.

 - “Guárdalo” - me dijo una voz más amiga.

Al girarme vi un árbol, me había esperado pacientemente en cada paso, vigilando que no me cayese y ayudándome a levantarme si lo hacía. 

-“Tú me dijiste que nuestros caminos nos unirían de nuevo” - le dije con reproche. 

-“Si” - Admitió. 

-“Pero no ha sido así”. 

-“Cierto”. 

-“Pero tu tenias esperanza, y me hiciste tenerla ¿¡Por qué!?” le dije enfadado. 

El árbol siseo unas palabras al viento, hasta que me respondió: 

-“Si, y lo siento, pero sabia menos de lo que tú sabes ahora, que es menos de lo que se yo ahora”. 

No me lo podía creer ¿Qué sabia un árbol de mi? ¿Qué podrías tu saber que yo no supiese ya? Sin palabras me dijiste “¿Recuerdas el agujero que dejaste cuando te desenterramos?”. 

- “Si” - Claro que lo recordaba, aún me dolían los huesos de aquello. 

-“Mira allí” - Era cierto, allí abajo estuve ciego sordo y mudo, no pude verlo todo caer, simplemente lo sentí. 

-“¿Qué ha allí?” - le cuestioné. 

-“Lo que yo sé, lo que aún no sabes, pero sospechas desde hace mucho”. 

Uno a uno, cada palabra que encontré allí, cada trazo de dibujo que vi, los guarde sobre una piedra, a la espera de qué hacer con ellos, pero a la vista de las estrellas cada noche, para que los vigilase, no quería que me asaltaran ninguna noche más.

Step Nine


Esta noche la luna llena ilumina mi camino, otras veces me alegraba de verla, pero llevaba ya 9 pasos sin dormir, y créeme cuando te digo que las noches se hacen eternas cuando al ver el rostro de Selene ves el perfil de tu fortaleza en ruinas… 

Tan cansado estoy que me siento sobre una roca. Noto un latido esta noche junto a mí, un vibrar. Al mirar la roca veo que tiene escrito algo en relieve. 

“Es….nza”

La palabra está rota por la mitad, y apenas sé que significa. Lo evidente deja de serlo, la niebla se espesa esta noche. Apenas veo mi camino y empiezo a tiritar ante las inclemencias del tiempo. Esta noche ni siquiera veo las estrellas. 

-“Todo esto es culpa mía…” - susurro a ninguna parte. 

-“¿Seguro?” - me responde una voz desde ninguna parte. 

-“Debe serlo… yo construí esto”.

-“¿Si?” - Me pregunta con dulzura

-“Si, me conocía todas las salas, todos sus pasadizos”. 

-“¿Estás seguro?” - Vuelve a preguntarme

-“Si”.

-“¿Totalmente seguro?”.

Ahí fue donde titubee, ¿Estaba seguro? Por un lado lo estaba, levanté esta fortaleza con mis manos para nosotros dos, cada día que pasamos juntos puse una piedra. Eran tres mil cincuenta y seis rocas pulidas una a una. Me las conocía todas porque las acariciaba cada noche con el orgullo del que tiene un trabajo bien hecho aun en construcción. Pero la duda existía... ¿las conocía todas? Intenté levantarme, y el frio, la gravedad y el cansancio me tiraron contra el duro suelo. 

- “Shhhh.... esa noche no, duerme” - Me dijo. 

-“No puedo “ - Me quejé.

“¿Por qué?”

 “Cuando cierro los ojos e intento dormirme me invade la culpa” - Dije sin poder evitar un sollozo.

-“Bien, me quedaré aquí hasta que te duermas”.

-“Si claro, ¿y mañana qué?” - Pregunté, sin tener aun claro con quién hablaba.

-“Mañana también, y la noche siguiente también, y la siguiente, y todas las que haga falta”.

-“No puedes hacer eso”.

-“Si puedo, y además quiero hacerlo”.

-“¿Por qué vas a hacerlo? Dame al menos una razón por debas hacer eso”.

-“Te la daré, cuando me digas porque no debería hacerlo”.

Lo que dijo me llego al alma, no tenia respuesta. Podría haberle respondido cualquier cosa, desde un “no merezco la pena” hasta un “quiero estar solo” pero ella habría sabido que era mentira. Me acosté en el duro suelo y, entre la niebla vi una estrella brillar más que ninguna, una estrella que me sonreia. 

-“Venga, cuéntame que has hecho hoy” - me pidió, y yo le estuve hablando, hasta que me quedé dormido. 

Lo que aun no sabía era que realmente iba a estar allí todas las noches. Aunque tampoco me esperaba lo que me encontraría en lo más profundo de mi antigua fortaleza... 

¿O sí?

lunes, 22 de abril de 2013

Recuerdos (tercera parte)


Aquella semana durmió entre lágrimas.

Durante ese tiempo no quiso salir de aquella espartana tienda. Está se había convertido, a pesar de no pertenecerle, en un refugio de lo que le esperaba en el exterior. Había empezado a memorizar los detalles superficiales que había dentro de aquella guarida: El catre era amplio, como para que dos personas pudieran dormir plácidamente, de suaves sábanas blancas y azules y con una manta de piel que había retirado pues le daba mucho calor; Sobre la mesa plegable junto a la cama había una bandeja con una manzana que había dejado a medias y varios libros, al menos hoy había comido algo; Había una alfombra de piel de oso sobre el piso de tela que ya había explorado en uno de los pocos momentos en los que se encontraba lo suficientemente bien para caminar; Al fondo, en la salida, había un armero con una armadura plateada reposando sobre ella, a sus pies descansaba un escudo triangular de la misma tonalidad; Pero lo que más le fascinaba eran los blasones que adornaban la tienda por dentro, eran simples escudos con una palabra cada uno: Justicia, Coraje, Defensa, Fé, Humanidad, Generosidad, Nobleza, Franqueza y Lealtad.

Sus compañeros se habían marchado pocos días antes, tenían familia a la que ver y trabajo que buscar. Viktor se había llevado el poco dinero del que disponían y no podían esperar vivir del aire. Se marcharon con promesas de volverse a encontrar, de que estarían en la capital de Fanth y siempre podría encontrarlos allí.

- Viktor... - Dijo en un susurro.

El solo recuerdo de cómo la había abandonado a su suerte en el bosque hizo que rompiese a llorar de nuevo, un llanto agrio y gris, pero silencioso. Añoraba sus amorosos abrazos, sus profundas palabras, el tacto de su piel de los días en los que la trataba con total delicadeza. Su cabeza y su corazón conspiraban contra ella, pues enumeraban juntos todas aquello en su recuerdo, haciendo su llanto más amargo. Se sentía como una idiota suspirando por el hombre que la había traicionado.

El olor de carne cocinada junto con el rugir de su tripa la sacó de su ensoñación.

El muchacho abrió la tela de la entrada y se acercó a ella.

- ¡Buenos días! ¿Qué tal has dormido hoy?

- Bien - mintió Nayram, como casi todas las mañanas.

Garviel, el caballero que la había rescatado de las fauces de una bestia, era la única constante que se repetía una y otra vez. Durante una semana había estado visitándola todos los días con la precisión de un reloj.

Aquél refugio era de él, era un lugar prestado que compartía sin pedir nunca nada a cambio. Nunca le preguntaba nada, nunca la atosigaba, nunca le metió prisa. Se limitaba a sentarse cerca de ella y contarle historias. Al cabo de los días ella empezó a confesarle lo rota que se sentía, y él pacientemente escuchaba en silencio.

- Ven - Sugirió aquella vez haciendo una señal al exterior.

Aquella simple palabra la atemorizó, pero la calidez y la confianza que empezaba a sentir en el caballero la animaron a salir. El Sol brillaba con fuerza en el cielo despejado y juntos almorzaron sobre el césped, acompañándose el uno al otro con risas y anécdotas más felices que los recuerdos que había conseguido relegar dentro de la tienda. La calidez del Sol, el frescor de la hierba y la buena compañía se encargaron de que el tiempo volase.

El trotar de unos caballos la sacó de su ensoñación, alertándola casi al instante. Dos jinetes se acercaban desde lo alto de la colina y uno de ellos iba armado hasta los dientes. El temor de Nayram desapareció al levantarse Garviel con una sonrisa para darles la bienvenida.

- Garviel, tenemos una reunión en el gremio - Dijo uno de ellos, grande, serio y de rasgos norteños.

- ¿Y acudís a invitarme ó a llevarme preso? - Bromeó el caballero

- ¡Acudimos a decirte que vengas de una vez! - Dijo con voz en grito el otro jinete, pelirrojo, regordete y con una expresión divertida. - ¡¡No imaginas el barril que he traído!!

- Vale Doctor, vale - El muchacho se volvió hacia ella y le tendió la mano. - ¿Te unes a nosotros?

Ella se encontraba aún sentada sobre el césped y no pudo evitar ni mostrar sorpresa en su rostro ni dudar. Aceptó la mano que se le ofrecía y se puso en pie.

- Emmm.... no querría molestar...

- ¡Dejaos de tonterías! - Exclamó el gran vikingo - ¡Vendréis y no se hable más!

Garviel y el pelirrojo estallaron en una carcajada causada por la expresión que había tomado el rostro de la pequeña soldado, entre sorpresa e incredulidad. ¿Cómo se atrevía aquel hombre a decirle qué debía hacer?

- ¿Vienes entonces? - Insistió Garviel.

- ¡Deja de preguntarle y subela al caballo! - Seguía bramando el gigante - ¡Aunque sea cual saco de patatas!

- Garviel - Le susurró al oído Nayram - No se, no conozco a esta gente ni conozco el lugar a donde vais.

- Te lo pasarás bien, te lo prometo - Le dijo con dulzura - Y si no te gusta, me iré contigo.

Nayram terminó aceptando la oferta, no sin antes haber hecho las presentaciones pertinentes. El gran vikingo se llamaba Kodran, de las tierras del norte. Su castaña cabellera ondulada y su barba le daban un aspecto hosco y taciturno, y su gran torrente de voz no ayudaba a disipar esa idea, aunque bromeaba mucho con sus amigos. El otro compañero era el Doctor O’Beoir, sus rasgos eran mucho más suaves y risueños y parecía tenía una mano especial para los caballos. En el camino mostraron mucho interés en su invitada, esto hizo que Nayram se fuese sintiendo mucho más cómoda. Al poco tiempo se acercaron a un pequeño pueblo rodeado por un muro bajo de madera y de casas que aparentaban recién construidas. Todo el mundo les saludaba y les sonreía con afecto.

- ¿Qué lugar es este? - Le preguntó al caballero en un momento en el que sus acompañantes estaban distraídos.

Él sonrió

- Bienvenida al pueblo de Nirais.

La tarde fue extraña para ella. Llegaron a un gran caserón donde había decenas de cara nuevas y Garviel se encargó de que todas aquellas caras dejasen de ser desconocidas. La acogida fue sorprendentemente cálida, desde el primer momento la incluyeron en sus conversaciones y se interesaron por sus vivencias.

El Gremio de Nirais era un pequeño grupo de luchadores que se habían unido bajo una misma bandera. Organizaban reuniones y eventos, unos para informar a los señores de alrededor de sus servicios, otros para ofrecer sus armas a los pequeños mercaderes, y otras veces simplemente por pura diversión. Eran un grupo entrañable y variado, organizado y divertido, que buscaba primero proteger y después divertirse. Nayram se perdió entre sus nuevos amigos hasta bien entrada la noche. Tsuki, Albert, DK, Malerik, Ruth... Eran nombres que hasta aquel día habían sido totales desconocidos y le habían abierto la puerta a su mundo.

Pero hubo un momento en el que echó en falta a su caballero. Mientras conversaba con una amazona llamada Ruth buscó con la mirada al muchacho. ¿Dónde se habría metido? ¿La había allí dejado sola?

Y en la lejanía, fuera del caserón y al abrigo de la noche lo dislumbró. Allí se encontraba él, alto y enfundado en su armadura plateada, sonriendo a una pequeña chica que aparentaba ser de la nobleza. Aquella morena mujer parecía estar echándole algún tipo de rapapolvo al caballero, el cual se lo tomaba con humor.

- Es la Princesa - Le señaló la amazona, que debió leer la pregunta en el rostro de Nayram.

- ¿Y por qué le esta echando la bronca a Garviel? - Quiso saber.

- A saber...  ¿No lo sabes? - Inquirió ella - Garviel es su Caballero Juramentado.

Aquello no debería haber sorprendido a Nayram, pues era de sobra conocido que los caballeros solían jurar servicio a la nobleza, y no era raro que juraran especial servicio a las damas de la corte. Pero aun así, la tomó con la guardia baja.

- Garviel debió volver de Kalivan hace cosa de una semana - Dijo Kodran - Y parece que su alteza no es precisamente paciente.

“¿Una semana?” pensó ella.

Ella terminó saliendo de las sombras haciendo un mohín y marchó lejos. Él salió con la mirada fija en la Princesa y con una sonrisa diferente en el rostro, al poco se acercó a nuestra protagonista.

- ¿Todo bien? - Le preguntó.

- Si, son todos muy buenos conmigo - Le respondió contenta - ¿Te he causado algún tipo problema con ella?

- ¿Estas bien? - Dijo él con su sonrisa.

Las risas sonaban dentro del caserón, sus nuevos amigos parecían buenas personas, especialmente Garviel, quien había aparecido en su vida en su peor momento y con el que sentía una conexión especial. El frescor de la noche veraniega le llegó bajo el abrigo de las estrellas e hizo que temblara. El caballero se descolgó la capa y se la puso con delicadeza, era cálida y suave al tacto.

- Sí - Respondió ella.

Fue entonces cuando Garviel acercó su rostro al de ella.

Y es aquí donde los lectores más románticos se darán cuenta de su error pues creen en lo que no es. Él, un Caballero de la Luz que había jurado su espada a su Princesa. Ella, una soldado que había recibido una herida casi mortal. Él, que debía respetar los votos por los que había jurado vivir. Ella, que no necesitaba a otro amante.

Y fue entonces cuando él la besó en la cabeza

- Eso es lo importante - La tranquilizó él con una sonrisa.

Porque esto, lectores míos,  no es un relato de amor, sino de amistad.

Step Six


Me duelen los huesos, demasiados golpes en poco tiempo, y hoy uno nuevo, de esos que duelen, de esos que duelen tanto que no sientes dolor sino ira, ganas de devolver el golpe, a quien sea, a lo que sea. Durante este sexto paso llego a un pozo que había enterrado bajo mi castillo, me siento sediento y me acerco tentado. 

Un extraño olor llega del fondo del pozo, un olor que, en cierto modo me hace recordar la última vez que bebí de él, porque no era la primera vez que veía este pozo. Me atreví a mirar, y vi unos ojos al fondo del estanque. Me miraban paciente, con esa paciencia arácnida que te da la seguridad de que vas a caer en sus redes. 

-“No” me dije, y volví a mirar al camino. 

-“¿Seguro?” Escuché en mi cabeza. La voz venia de mis espaldas, de un sendero que había dejado atrás. Y al mirar deslumbré parte del bosque… y me sentí engañado… y sentí sed de nuevo… 

- “Solo un trago, ¿Qué más da?” escuché. 

-“No puedo”. 

-“¿Por qué? Sabes que estarás mejor”. 

-“No pued…” - Empecé a sentir una pesadez

-“Sabes que si puedes, Sabes que si quieres”. 

-“No pu…”- Y cansancio.

Sabes que lo puedo solucionar”. 

No…” - Y dejadez...

“¿No recuerdas la ultima vez?”.

-“Si - Se me abrieron los ojos - lo recuerdo”. 

En mi reflejo veo lo que sucedió por aquel entonces. Gracias a ese pozo del que bebía todos los días todo me resultó más fácil, gracias a ese pozo dejé atrás mil penurias y superé mil retos. 

-“Así que recuerdas…”. 

Acerco mis labios, y veo entonces que, tras todo lo bueno que me dio, me quitó aun más. Deje atrás mil penurias, pero dejé atrás a un millón de amigos. Superé mil retos, solo para hacer daño a un millón de almas. Todo resultaba más fácil, pero tenía un precio que no podía permitirme volver a pagar… 

-“No” - Dije al final.

Y seguí mi camino armado con el poco valor que me quedaba.

jueves, 18 de abril de 2013

Step Four


Aprendemos en la escuela que la erosión puede hacer estragos en cualquier estructura, desde crear valles hasta destruir montañas. Sin que la veas venir, una ola más grande que ninguna llega hasta ti, portando dudas, confusión y sobretodo, desesperanza. Tu castillo se derrumba, y lo peor es que el propio acantilado te avisó, crujiendo ante cada ola. Bajo tus pies se hace el vacío, y simplemente caes. Hay quien piensa que lo peor es la caída, los hay que piensan que lo peor es cuando chocas contra el suelo, pero se equivocan, lo peor es que al tocar suelo, cuando intentas levantarte, notas todas y cada una de las piedras de la que estaba formada tu fortaleza cayendo sobre ti. Una piedra por día, todas  te aplastan a la vez. Apenas puedes moverte, está oscuro, te falta el aire y empiezas a plantearte todas las dudas que traía la ola. Crees que vas a morirte cuando escuchas otro crujido sobre toda esa montaña de escombros que tienes sobre ti ¿Otra piedra más? ¿Aún quedan más recuerdos ahí arriba? ¿Más auto-reproches? Al rato, sin darme cuenta, empiezo a sentir menos peso sobre mi espalda y a escuchar unas voces: 

Si, llévate esa piedra que yo cojo esta”; 
Oye, ayúdame con esta, que pesa un montón”; 
No, esa déjala para después, tira esta por la cuesta”. 

Se supone que debo desenterrarme yo solo, y ahí están mis amigos, que no son capaces de dejarme solo aunque yo lo pida, quizás por empatía, quizás por pena, o quizás porque saben que es mejor así. Quiero decirles que me dejen solo, pero no me salen las palabras.

Y ese era solo el cuarto paso…

martes, 16 de abril de 2013

Step Three


Llevas tres pasos, te sientes fuerte, cual castillo junto al acantilado, desafiando a la implacable montaña. Das asilo a tus amigos, los cuales algunos parecen pasarlo peor que tu, los cobijas, los proteges, los consuelas. Algunos de ellos parecen sufrir con estos cambios y tú les muestras como las cosas no son tan malas como ellos creen. Una noche sales a la calle dispuesto a seguir con la cadena. Ves caras nuevas, muchas desconocidas, otras que empiezas a conocer. Una de ellas se sor
prende de las noticias que traes, dice que no se lo esperaba y se sorprende de la entereza con la que portas los mensajes. Te presenta a otras caras y esta noche simplemente te dejas llevar. Es un paso interesante, porque llega un momento en el que todo te importa un cuerno. Lo que no esperas es lo que te acecha de cerca, lo que no sabes es que la siguiente losa es simplemente, más pesada.

lunes, 15 de abril de 2013

Step One


El primer paso siempre es difícil, pero no tanto como algunos piensan, únicamente  tienes que levantarte, quitarte el polvo de encima, darte cuenta de que no tienes a nadie a tu lado y adelantar el pie… solo… para sentir toda la presión que se siente sobre el cuerpo cuando simplemente las cosas no funcionaron como debían de haber funcionado… aun así caminas, con la frente bien alta y demostrándole al mundo que aun puedes, que tienes una fortaleza impenetrable y estás seguro dentro de ella. 

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Sigo escribiendo las Crónicas de Ibris, y tranquilos, la historia de cuando Nayram conoce a Garviel no ha terminado. Solo que ahora mismo mi musa es un poco desordenada xD

Mientras termino una cosa y otra, os voy dejando "Steps", algo que fui escribiendo hace ya tiempo. Es algo triste y terriblemente barato, pero supongo que tiene mucho de un servidor.

sábado, 13 de abril de 2013

Sarah se topa con su destino (1ª parte)


Podría haber sido una noche como cualquier otra.


Mis amigas María y Nuria me habían llamado para salir y habían insistido a base de bien.


- ¡Venga Sarah! Olvida un rato tu trabajo y vente con nosotras. Te recogemos a las 12.


Nada me habría dado más pereza que arreglarme aquella noche, pero Nuria insistió. Falda de cuero negro por encima de la rodilla, camisa de manga corta del mismo color, unas botas altas con algo de tacón y la cazadora de cuero por si luego refrescaba. Una coleta y un poco de maquillaje.


Por supuesto ellas no fueron puntuales. A las 12:35 pasaron por mi casa con el 4x4 y nos fuimos “a liarla”.



Y allí me encontraba yo, tomando unas copas con mis amigas, ellas hablando con unos cuantos chavales y yo en la barra intentando esquivarlos. No me apetecía ligoteo, ni salir ya puestos. Pero María había dado en el clavo: “No querrás ser una bibliotecaria amargada toda tu vida”. No era bibliotecaria, trabajaba en el Museo de Historia Antigua Ibris, pero para ella daba lo mismo, siempre estaba ocupada catalogando “pedruscos”, y razón no le faltaba. Desde hacía un tiempo mi día tras día se limitaban a mi trabajo, mi casa y mi gata.

No era por falta de pretendientes, simplemente nunca había tenido suerte con los hombres. Aun recordaba a Mario, un muchacho gaditano que había sido su primer amor, un cerdo que me ponía los cuernos. Luego estuvo Miguel, un inmaduro que me dejó cuando me propuse estudiar Historia en París. Y luego la larga lista de “intentos”: “Malotes”, “Románticos”, “Moteros”, “Bohemios”... Pero ninguno cuajo. Con el tiempo dejé de buscar y me dediqué a mi vida profesional y a cuidar de Medianoche, hasta que cambió y se convirtió en una Mujer-Gato, una cambiaformas. ¿Cómo iba a compartir mi vida con un hombre si no podía confesarle que mi “hermana” era una gata, que además tenía más éxito con los hombres que yo?

¿A mis 25 años había perdido la esperanza en los hombres?

Mi mirada perdida se cruzó con la de un muchacho sentado junto a una mesa. Dí un trago a mi copa e intenté mirar hacia otro lado, pero me llamó la atención. En el local sonaba “Strange is a Strange Land” y durante un momento nos quedamos mirándonos. Vestía con unos vaqueros negros desgastados con algunos rotos, una camiseta roja y unas botas oscuras enormes junto con una gabardina sin mangas. Tenía la piel bronceada y los brazos musculados, su cabellera negra estaba totalmente despeinada y, aunque largo, no llegaba a ser una melena. Su rostro me llamó la atención, era guapo, pero no guapo de revista sino un guapo más “natural”, más “de calle”. Yo lo miraba por el rabillo del ojo, intentando prestar atención a lo que Nuria decía, pero fui incapaz por culpa de la música. Él me miraba fijamente, sin ningún reparo, haciéndome sentir cohibida.

- ¡¡Ronda de chupitos!! - Gritó María, me pilló con la guardia baja y me encasquetó un chupito, que bebí medio distraída. Absenta...

Sentí que me daba vueltas la cabeza, mis amigas estaban ya bastante bebidas y los chicos que estaban con ellas aún más. Pensé en desaparecer y coger un taxi para irme a casa, no me lo estaba pasando bien. Antes de decidirme volví a echar un vistazo al muchacho de antes.

Me seguía mirando. Esta vez, quizás porque ya estaba cansada de que me mirasen tan descaradamente, o por el valor que te proporciona el alcohol, lo miré directamente.

Ahí es donde mis recuerdos se emborronan.

Recuerdo que se acercó a mí ¿o fui yo?

...Besos...
...Ardiente pasión que nublaba mis sentidos...
...Un taxi mientras nos metíamos mano...
...Mi cuerpo entre el suyo y la puerta de mi casa...
...Mi ropa rasgada por sus manos...
...Mi lengua luchando contra la suya...
...Su cuerpo sobre el mío, invadiéndome...
...Placer...
...Sus dientes jugando con mis pechos...
...Su lengua explorando mi ser...
...Su calidez dentro de mi...

Me desperté de repente con el cuerpo aún hirviendo. Todo había sido un sueño, placentero, pero nada más. ¿De dónde sacaba mi subconsciente esas ideas? ¡Qué de salvaje me había portado! Nunca habría hecho esas cosas en la vida real ¿Y cómo había llegado hasta el final sólo en un sueño? Aún me temblaba el cuerpo recordando aquella sensación.

Hasta que me moví un poco con una medio sonrisa, hasta que vi que NO había sido sueño alguno. Ahí estaba él, durmiendo al otro lado de mi cama.

Casi me da un infarto allí mismo. Un desconocido en mi cama... ¡Siquiera conocía su nombre! Despacio y muy nerviosa intenté salir de la cama sin que se diese cuenta, sin mucho éxito pues al salir de la cama él abrió un poco los ojos y me miró. Me tapé con lo primero que tuve a mano más por reflejo que por otra cosa.

-Ehhhh... Voy a por un refresco... ¿Quieres algo? - Él negó con la cabeza y yo aproveché para salir disparada hacia la cocina.

¿Qué pasó anoche? Los recuerdos seguían nubosos (y no es que me disgustasen) ¿Dónde estaba mi bolso? Bajé las escaleras, el reloj marcaba las 6 de la mañana y seguía a oscuras. Pasé sobre los restos de mi ropa hasta llegar a mi bolso junto a la puerta de entrada, y mi falda hecha pedazos... Esto me daba muy mal rollo (o no... aun no estaba segura). Tomé el móvil y empecé a marcar mientras me metía en la cocina.

- ¿Si? - Su voz sonaba medio dormida

- ¡¡María!! ¿¡Qué ha pasado!?

- ¡Sarah! ¿Qué haces llamándome? Ha pasado algo?

- Emm.... hay un tío en mi cama que no conozco de nada.

- Claro hija... el chico con el que ligaste anoche ¿no?

- ¡Venga ya! ¡Yo no hago esas cosas!

- Si te lanzaste a por él del tirón - La escuché reírse - Venga que no tenemos 15 años, ¿se portó bien contigo?

- Emmm... - Dudé, el solo recuerdo de cómo me había hecho sentir hizo que la temperatura de mi piel volviese a subir.

- Uish chica, ¿tanto?

Aun me llegaba su olor, cuando quise darme cuenta me estaba cubriendo con su abrigo. Olía a él, un olor fuerte, penetrante y excitante... Mi estúpido cuerpo reaccionó.

- ¿Como me libro de él? - Acerté a preguntarle.

- ¿En serio, pelirroja? - Tras un momento me contestó - Dile por ejemplo que mañana tienes trabajo y que tu compañera de piso no puede verlo allí.

Asentí al aire y me despedí. Necesitaba beber algo, estaba realmente sedienta. El agua bajó por mi garganta y juro que sentía como si se evaporase, estaba súper nerviosa. Subí las escaleras con una mezcla de miedo y deseo, si lo de anoche... si lo que recordaba era cierto, no me habría importado repetir, pero era un total desconocido, por lo que sabía podría haberme drogado.

Atravesé la puerta de mi habitación y me lo encontré allí, en pie. Mirando por la ventana y la luz de la luna bañaba su cuerpo atlético, debía medir como dos metros y su desnudez le sentaba de lo más natural. Se me antojó distinto, como de otro mundo, como si uno de esos antiguos dioses griegos lo hubiese moldeado a sus deseos. Tenía entre las manos sus pantalones.

-Emmm... Mañana tengo que... - Apenas me dejó empezar.

- Me voy - Dijo al tiempo que volvía su vista a mí.

Era la primera vez que escuchaba su voz, grave, tajante y sin edulcorantes. Sus ojos, de un vivo color verde volvían a estar fijos en los míos. Sus labios dibujaron una sonrisa que se me antojó ligeramente infantil.

- Si... ¿Quieres un café antes de irte? - Se me escapó más por reflejo que por otra cosa ¿o no?

Él me miró con esa mirada que pone un extranjero cuando no ha entendido del todo tus palabras.

- Claro - Aceptó, a lo que parte de mí dijo “gracias”.

Salí medio corriendo ¿Qué tenía ese chico que me excitaba tanto? Mientras bajaba las escaleras me puse su abrigo y me lo anudé como buenamente pude, “enorme” era la palabra. Ya en la cocina, y con una sonrisa estúpida en la cara, comencé a hacer el café para mi misterioso invitado.

Fue entonces cuando oí los cristales romperse.


...Continuará...

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Y mientras recuerdo esa maravillosa ciudad, sonrío : ) Ibris, quizás vuelvo a hablar de ti

martes, 2 de abril de 2013

Pensamiento Barato II


UNA VENTANA A CUALQUIER LUGAR

Miro por la ventana y te veo pasear, unos días cargada con las bolsas de la compra y otros días sonriendo en compañía, y un buen día decido no contemplar tu bonito cuerpo sino tus extraños pensamientos.

Escudriño tu mente y me encuentro con ideas locas y recuerdos nostálgicos, sueños no tan imposibles y esfuerzos que das por malgastados, nombres de propios y extraños y tu no saber qué hacer con sus almas. Tanto me sumerjo en ti que siento que me pierdo entre todo lo que tú eres, dándome cuenta de lo alienígenas que somos el uno para el otro. “Yo no soy como tú” me dijiste una noche frente a la chimenea. “Quizás por eso estamos aquí” te respondí.

Busco la salida y me doy cuenta de que me he perdido en ti... again. Recuerdo el “Esa chica no te conviene” que me advirtió mi mejor soldado y sonrío ante tal recuerdo, “No es lo que crees” susurró al aire, pues nadie lo podrá escuchar. Al poco y siguiendo el perfume de las lluvias y los bosques del norte encuentro el camino hacia mí mismo.

Y desde la ventana decido bajar, encontrarme contigo e invitarte a una cerveza, deseando que tú también encuentres el camino hacia ti misma.