sábado, 13 de abril de 2013

Sarah se topa con su destino (1ª parte)


Podría haber sido una noche como cualquier otra.


Mis amigas María y Nuria me habían llamado para salir y habían insistido a base de bien.


- ¡Venga Sarah! Olvida un rato tu trabajo y vente con nosotras. Te recogemos a las 12.


Nada me habría dado más pereza que arreglarme aquella noche, pero Nuria insistió. Falda de cuero negro por encima de la rodilla, camisa de manga corta del mismo color, unas botas altas con algo de tacón y la cazadora de cuero por si luego refrescaba. Una coleta y un poco de maquillaje.


Por supuesto ellas no fueron puntuales. A las 12:35 pasaron por mi casa con el 4x4 y nos fuimos “a liarla”.



Y allí me encontraba yo, tomando unas copas con mis amigas, ellas hablando con unos cuantos chavales y yo en la barra intentando esquivarlos. No me apetecía ligoteo, ni salir ya puestos. Pero María había dado en el clavo: “No querrás ser una bibliotecaria amargada toda tu vida”. No era bibliotecaria, trabajaba en el Museo de Historia Antigua Ibris, pero para ella daba lo mismo, siempre estaba ocupada catalogando “pedruscos”, y razón no le faltaba. Desde hacía un tiempo mi día tras día se limitaban a mi trabajo, mi casa y mi gata.

No era por falta de pretendientes, simplemente nunca había tenido suerte con los hombres. Aun recordaba a Mario, un muchacho gaditano que había sido su primer amor, un cerdo que me ponía los cuernos. Luego estuvo Miguel, un inmaduro que me dejó cuando me propuse estudiar Historia en París. Y luego la larga lista de “intentos”: “Malotes”, “Románticos”, “Moteros”, “Bohemios”... Pero ninguno cuajo. Con el tiempo dejé de buscar y me dediqué a mi vida profesional y a cuidar de Medianoche, hasta que cambió y se convirtió en una Mujer-Gato, una cambiaformas. ¿Cómo iba a compartir mi vida con un hombre si no podía confesarle que mi “hermana” era una gata, que además tenía más éxito con los hombres que yo?

¿A mis 25 años había perdido la esperanza en los hombres?

Mi mirada perdida se cruzó con la de un muchacho sentado junto a una mesa. Dí un trago a mi copa e intenté mirar hacia otro lado, pero me llamó la atención. En el local sonaba “Strange is a Strange Land” y durante un momento nos quedamos mirándonos. Vestía con unos vaqueros negros desgastados con algunos rotos, una camiseta roja y unas botas oscuras enormes junto con una gabardina sin mangas. Tenía la piel bronceada y los brazos musculados, su cabellera negra estaba totalmente despeinada y, aunque largo, no llegaba a ser una melena. Su rostro me llamó la atención, era guapo, pero no guapo de revista sino un guapo más “natural”, más “de calle”. Yo lo miraba por el rabillo del ojo, intentando prestar atención a lo que Nuria decía, pero fui incapaz por culpa de la música. Él me miraba fijamente, sin ningún reparo, haciéndome sentir cohibida.

- ¡¡Ronda de chupitos!! - Gritó María, me pilló con la guardia baja y me encasquetó un chupito, que bebí medio distraída. Absenta...

Sentí que me daba vueltas la cabeza, mis amigas estaban ya bastante bebidas y los chicos que estaban con ellas aún más. Pensé en desaparecer y coger un taxi para irme a casa, no me lo estaba pasando bien. Antes de decidirme volví a echar un vistazo al muchacho de antes.

Me seguía mirando. Esta vez, quizás porque ya estaba cansada de que me mirasen tan descaradamente, o por el valor que te proporciona el alcohol, lo miré directamente.

Ahí es donde mis recuerdos se emborronan.

Recuerdo que se acercó a mí ¿o fui yo?

...Besos...
...Ardiente pasión que nublaba mis sentidos...
...Un taxi mientras nos metíamos mano...
...Mi cuerpo entre el suyo y la puerta de mi casa...
...Mi ropa rasgada por sus manos...
...Mi lengua luchando contra la suya...
...Su cuerpo sobre el mío, invadiéndome...
...Placer...
...Sus dientes jugando con mis pechos...
...Su lengua explorando mi ser...
...Su calidez dentro de mi...

Me desperté de repente con el cuerpo aún hirviendo. Todo había sido un sueño, placentero, pero nada más. ¿De dónde sacaba mi subconsciente esas ideas? ¡Qué de salvaje me había portado! Nunca habría hecho esas cosas en la vida real ¿Y cómo había llegado hasta el final sólo en un sueño? Aún me temblaba el cuerpo recordando aquella sensación.

Hasta que me moví un poco con una medio sonrisa, hasta que vi que NO había sido sueño alguno. Ahí estaba él, durmiendo al otro lado de mi cama.

Casi me da un infarto allí mismo. Un desconocido en mi cama... ¡Siquiera conocía su nombre! Despacio y muy nerviosa intenté salir de la cama sin que se diese cuenta, sin mucho éxito pues al salir de la cama él abrió un poco los ojos y me miró. Me tapé con lo primero que tuve a mano más por reflejo que por otra cosa.

-Ehhhh... Voy a por un refresco... ¿Quieres algo? - Él negó con la cabeza y yo aproveché para salir disparada hacia la cocina.

¿Qué pasó anoche? Los recuerdos seguían nubosos (y no es que me disgustasen) ¿Dónde estaba mi bolso? Bajé las escaleras, el reloj marcaba las 6 de la mañana y seguía a oscuras. Pasé sobre los restos de mi ropa hasta llegar a mi bolso junto a la puerta de entrada, y mi falda hecha pedazos... Esto me daba muy mal rollo (o no... aun no estaba segura). Tomé el móvil y empecé a marcar mientras me metía en la cocina.

- ¿Si? - Su voz sonaba medio dormida

- ¡¡María!! ¿¡Qué ha pasado!?

- ¡Sarah! ¿Qué haces llamándome? Ha pasado algo?

- Emm.... hay un tío en mi cama que no conozco de nada.

- Claro hija... el chico con el que ligaste anoche ¿no?

- ¡Venga ya! ¡Yo no hago esas cosas!

- Si te lanzaste a por él del tirón - La escuché reírse - Venga que no tenemos 15 años, ¿se portó bien contigo?

- Emmm... - Dudé, el solo recuerdo de cómo me había hecho sentir hizo que la temperatura de mi piel volviese a subir.

- Uish chica, ¿tanto?

Aun me llegaba su olor, cuando quise darme cuenta me estaba cubriendo con su abrigo. Olía a él, un olor fuerte, penetrante y excitante... Mi estúpido cuerpo reaccionó.

- ¿Como me libro de él? - Acerté a preguntarle.

- ¿En serio, pelirroja? - Tras un momento me contestó - Dile por ejemplo que mañana tienes trabajo y que tu compañera de piso no puede verlo allí.

Asentí al aire y me despedí. Necesitaba beber algo, estaba realmente sedienta. El agua bajó por mi garganta y juro que sentía como si se evaporase, estaba súper nerviosa. Subí las escaleras con una mezcla de miedo y deseo, si lo de anoche... si lo que recordaba era cierto, no me habría importado repetir, pero era un total desconocido, por lo que sabía podría haberme drogado.

Atravesé la puerta de mi habitación y me lo encontré allí, en pie. Mirando por la ventana y la luz de la luna bañaba su cuerpo atlético, debía medir como dos metros y su desnudez le sentaba de lo más natural. Se me antojó distinto, como de otro mundo, como si uno de esos antiguos dioses griegos lo hubiese moldeado a sus deseos. Tenía entre las manos sus pantalones.

-Emmm... Mañana tengo que... - Apenas me dejó empezar.

- Me voy - Dijo al tiempo que volvía su vista a mí.

Era la primera vez que escuchaba su voz, grave, tajante y sin edulcorantes. Sus ojos, de un vivo color verde volvían a estar fijos en los míos. Sus labios dibujaron una sonrisa que se me antojó ligeramente infantil.

- Si... ¿Quieres un café antes de irte? - Se me escapó más por reflejo que por otra cosa ¿o no?

Él me miró con esa mirada que pone un extranjero cuando no ha entendido del todo tus palabras.

- Claro - Aceptó, a lo que parte de mí dijo “gracias”.

Salí medio corriendo ¿Qué tenía ese chico que me excitaba tanto? Mientras bajaba las escaleras me puse su abrigo y me lo anudé como buenamente pude, “enorme” era la palabra. Ya en la cocina, y con una sonrisa estúpida en la cara, comencé a hacer el café para mi misterioso invitado.

Fue entonces cuando oí los cristales romperse.


...Continuará...

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Y mientras recuerdo esa maravillosa ciudad, sonrío : ) Ibris, quizás vuelvo a hablar de ti

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