El
agujero rezumaba oscuridad, palpable negrura que desafiaba al propio sol,
esperando un despiste de este para colarse en el día.
-“Ciérralo” - Escuché desde el pozo - “No bajes, es mejor enterrarlo todo” - Me insistió.
Yo no podía dejar
de mirar, ¿Qué había allí dentro que tanto miedo te diese? Me acerqué aun más.
- “No le tengo miedo, simplemente sé que te
espera, y vendrás a mi después, lo sé” - Me dijo.
-“No le escuches” - Dijo una nueva voz.
No sabía de dónde venía esa voz, la busqué por
todas partes sin encontrarla. No fue hasta que miré detrás de la montaña de
ruinas que había detrás del agujero que lo encontré.
-“¿Acaso creías que te iba a dejar solo?”
Era mi espada clavada
contra una roca junto al agujero. Lustrosa orgullosa y afilada como siempre,
capaz de cortar piedras y angustias. Me devolvía la mirada desafiándome a que
me atreviese a decirle que se fuera.
-“Ayudé
a cortar las piedras más pesadas, y cargué durante días contigo, no pienso
dejarte solo ahora” - Me increpó
-“Sabes qué debo
hacer eso solo” - Le dije con el poco aliento que me quedaba.
-“Te equivocas” - Dijo enfurecido.
-“No, de verdad, esta vez no puedo
llevarte conmigo” - La espada me miraba desafiante, sabía que este duelo
podía durar días, meses o incluso años, pero él termino cediendo, no sin antes
ponerme una condición.
-“Llévate esto
entonces” - Me dio mi escudo, su escudo, nuestro escudo. Un escudo
reluciente de plata que había sobrevivido a todas mis batallas y aún brillaba. Tenía algo escrito en
relieve, Truth.
-“¿Crees que lo necesito allí abajo?” le pregunté.
-“Créeme si te digo que sin él no veras nada
ni encontraras lo que estas buscando, y podrías perderte para no volver”
Me
alejé y, armado con la verdad, me sumí en las tinieblas.
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