Me duelen los
huesos, demasiados golpes en poco tiempo, y hoy uno nuevo, de esos
que duelen, de esos que duelen tanto que no sientes dolor sino ira,
ganas de devolver el golpe, a quien sea, a lo que sea. Durante este
sexto paso llego a un pozo que había enterrado bajo mi castillo, me
siento sediento y me acerco tentado.
Un extraño olor llega del
fondo del pozo, un olor que, en cierto modo me hace recordar la
última vez que bebí de él, porque no era la primera vez que veía
este pozo. Me atreví a mirar, y vi unos ojos al fondo del estanque.
Me miraban paciente, con esa paciencia arácnida que te da la
seguridad de que vas a caer en sus redes.
-“No”
me dije, y volví a mirar al camino.
-“¿Seguro?”
Escuché en mi cabeza. La voz venia de mis espaldas, de un sendero que
había dejado atrás. Y al mirar deslumbré parte del bosque… y me
sentí engañado… y sentí sed de nuevo…
- “Solo
un trago, ¿Qué más da?” escuché.
-“No puedo”.
-“¿Por qué? Sabes que estarás
mejor”.
-“No
pued…” - Empecé a sentir una pesadez
-“Sabes
que si puedes, Sabes que si quieres”.
-“No pu…”- Y cansancio.
“Sabes que lo puedo solucionar”.
”No…” - Y dejadez...
“¿No recuerdas la ultima vez?”.
-“Si - Se me abrieron los ojos - lo
recuerdo”.
En mi reflejo veo lo que
sucedió por aquel entonces. Gracias a ese pozo del que bebía todos
los días todo me resultó más fácil, gracias a ese pozo dejé
atrás mil penurias y superé mil retos.
-“Así
que recuerdas…”.
Acerco mis labios,
y veo entonces que, tras todo lo bueno que me dio, me quitó aun más.
Deje atrás mil penurias, pero dejé atrás a un millón de amigos.
Superé mil retos, solo para hacer daño a un millón de almas. Todo
resultaba más fácil, pero tenía un precio que no podía permitirme volver a
pagar…
-“No” - Dije al final.
Y seguí mi camino armado con el poco valor que me quedaba.
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